TURISMO

Buenos Aires: Islas y costas del delta bonaerense

Según reza una leyenda, cerca del arroyo que luego se llamaría Tigre vivía un yaguareté (tigre americano) que hacía destrozos en las casas. Los pobladores lo sacrificaron, y desde entonces el arroyo pasó a ser conocido con el nombre de Tigre. En la zona quedaban muchos yaguaretés, pero con el avance de la población se fueron extinguiendo y hoy sobreviven unos pocos en la selva misionera, al norte de Argentina. Tan sólo 30 kilómetros separan el Obelisco (en pleno centro de la agitada y vertiginosa Buenos Aires) de Tigre, apacible vergel de la zona norte de la provincia de Buenos Aires y un sitio privilegiado para vivir, trabajar y visitar disfrutando del río, la naturaleza y los deportes náuticos. Si bien siempre fue un paseo tradicional de los porteños, con sus mansiones señoriales y sus recreos de fin de semana, desde la década de 1990 ha tenido un gran auge inmobiliario, con la construcción de grandes emprendimientos y barrios privados como Nordelta.

Aquí culmina el delta del Paraná, uno de los ríos más importantes de Sudamérica, que arrastra gran cantidad de sedimentos en su curso hacia el Río de la Plata y que dan origen a las islas del Delta, llenas de álamos, ceibos, juncos, mimbres, cañas y sauces (de los que se extrae madera) y muchos cítricos. La primavera es una explosión de color con azaleas, madreselvas, hortensias y orquídeas. Y la fauna es una de las más variadas que se hallan a pocos kilómetros de la gigante capital argentina, con nutrias, carpinchos, aves y peces. La ocupación de estas tierras comenzó casi con la segunda fundación de Buenos Aires, allá por 1580, y de la mano de labradores. Muy pronto se convirtió en un puerto de contrabando, donde los portugueses asentados en la Colonia del Sacramento (en el actual Uruguay) podían pasar sus mercancías. Recién a principios del siglo XX se empezó a popularizar como destino turístico, con la ayuda de la llegada del tren eléctrico.

Caminar o navegar el Tigre es internarse en un mundo diferente (a menos de una hora de la city porteña), donde el verde de la frondosa vegetación contrasta con las marrones aguas de la telaraña acuática que es el delta del Paraná. Muchas de sus islas albergan desde sencillas casas de fin de semana, escuelas para los locales, hasta resorts y hoteles de jerarquía internacional o restaurantes de primer nivel. Y en ese entramado de ríos, canales y arroyos sobresalen coloridos muelles de madera y embarcaciones de todo tipo que van y vienen sin cesar; lujosos yates y veleros, lanchas colectivas y madereras, botes, canoas y los delicados botes de remo barnizados, todo un símbolo de Tigre, cuna del remo argentino.

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