TURISMO

Haití se reinventa como paraíso turístico

Quizá Haití no sea la primera nación del Caribe en la que uno piensa al hablar de turismo. La imagen del país es de inestabilidad polí­tica y desastres naturales. Sin embargo, el gobierno lleva adelante una campaña para convencer a los turistas a que acudan a visitarlo.

El cielo despejado es de color azul brillante, las playas son de arena suave y el agua cálida tiene los tonos azules y turquesas inconfundibles del mar Caribe.

Bienvenido al paraíso escondido de Haití.

Lo único que le falta a esta playa tranquila en Jacmel, en la costa sureste de Haití, son los turistas.

Reconstrucción e inversión

En la playa, un vendedor ofrece arte haitiano: imágenes de colores vivos de las mujeres que trabajan en los campos y complejos trabajos de metalistería con forma de peces y cangrejos.

Somos sus primeros clientes del día.

La joven y entusiasta ministra de Turismo de Haití, Stephanie Villedrouin, tiene como misión atraer más visitantes a su país.

«Haití solía tener una gran cantidad de turistas en la década de 1970 y principios de la de 1980», me dice al lado de la piscina del Hotel Montana, en Puerto Príncipe.

«Ha sido un destino del jet set. Tenemos toda la belleza natural, el arte, la comida, la música, la gente y estamos invirtiendo en nuestra infraestructura».

Haití fue calificado como «la perla de las Antillas» en la década de 1950, pero la brutal dictadura de François «Papa Doc» Duvalier y su hijo Jean-Claude «Baby Doc» cambiaron la imagen de la nación caribeña.

La violencia polí­tica, la inestabilidad y los desastres naturales -como el terremoto de 2010 que dejó 200.000 muertos y 1,5 millones de personas viviendo en tiendas de campaña- disuaden aún más a los turistas.

Pero ahora que Haití se está reconstruyendo después del sismo, el gobierno está decidido a renovar la imagen del país y generar los muy necesarios ingresos por medio del turismo.

Haití obtiene $200 millones al año por actividades turística, en su mayoría de los cruceros que llegan al norte de la isla.

Esas líneas de cruceros suelen informar a sus visitantes que están en La Española, antiguo nombre de la isla que comparten Haití y República Dominicana.

Pero no más, dice Villedrouin: «Tenemos un lema: vive Haití» e invitamos a la gente a venir aquí y ver nuestro país con sus propios ojos. Haití no es pobreza, desastres, terremotos, hay otra cara de la moneda», subraya.

República Dominicana tiene una próspera industria turística y Villedrouin quiere que Haití capitalice su posición en el corazón del Caribe.

Los hoteles están surgiendo alrededor de la capital, Puerto Príncipe. El aeropuerto ha tenido un necesario cambio de imagen y la escuela de hostelería que se derrumbó durante el terremoto de 2010 se ha vuelto a abrir.

El Ministerio de Turismo ha comenzado a apuntar a la diáspora haitiana: los que viven en Canadá y Estados Unidos que nunca hicieron turismo en su infancia porque abandonaron el país en busca de una vida mejor.

La línea aérea de EE.UU. Jet Blue -que se especializa en destinos turísticos- está por inaugurar un vuelo directo desde Nueva York hacia Puerto Príncipe en diciembre y los primeros visitantes han comenzado a llegar desde Canadá en paquetes turísticos.

Turistas «educados»

Sin embargo, llegar a las espectaculares playas de Jacmel no es tan fácil.

Tuvimos que manejar desde Puerto Príncipe a través de una sinuosa carretera de montaña, un viaje de dos horas y media que podría tomar sólo 15 minutos en avión.

Al final de un camino lleno de baches se encuentra el Hotel Cyvadier, uno de los pocos en Jacmel.

El Cyvadier se encuentra sobre una cueva escondida y las palmeras ondean al viento. Es un clásico refugio caribeño, pero muy bien escondido.

El propietario, Christophe Lang, espera que el impulso para promover el turismo genere más visitantes atraídos por lo que ve como el auténtico encanto de Haití.

Le pregunto a quién están dirigidos.

«Visitantes de mediana edad, más educados, porque se necesita un cierto nivel educativo para entender lo que está pasando aquí», dice.

«Es probable que algo salga mal en Haití, pero va a salir mal ¡con una sonrisa!».

Últimamente, Lang ha visto llegar surfistas con sus tablas buscando el mejor lugar.

También tiene lo que él llama «turistas de misión»: personas que están visitando orfanatos y trabajan con organizaciones benéficas locales.

El turismo de vudú también es un nicho de mercado. Lang acompaña a los visitantes interesados en aprender de ese culto a ritos en los que se hacen ofrendas a los espíritus.

«En Jacmel es posible que un extranjero visite a una ceremonia vudú, es más abierto, menos secreto aquí», explica.

El Ministerio de Turismo de Haití está limpiando las playas de Jacmel. En este momento se construyen para los visitantes instalaciones a prueba de terremotos, como los vestuarios.

Para Mico Audant, una haitiana-canadiense de 70 años que tiene una casa de playa en Jacmel, es el momento para que Haití pueda desarrollar todo su potencial.

Ella cree que Haití se está poniendo nuevamente de pie después del terremoto de 2010.

«Cuando yo era niña, era el país más hermoso del Caribe. Entonces la situación se deterioró. Ahora es la oportunidad para que vengan los turistas», asegura.

Haití puede no ser la idea generalizada de unas vacaciones de ensueño, pero no hay duda de que el turismo podría traer los muy necesarios puestos de trabajo y las inversiones a una nación que trata de superar un pasado turbulento.

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