TURISMO

El turismo egipcio, en vilo por las incógnitas del avión ruso

Una menguada comitiva de turistas se desliza a diario por la piel árida del Valle de los Reyes, donde los faraones del Imperio Nuevo que sortearon el pillaje disfrutan de milenios de ultratumba. Los hoteles de la otrora boyante Luxor languidecen sin huéspedes.

Las postales y las camisetas de los bazares empalidecen sin bolsillos que regateen por ellas. Y taxis, felucas (barcos tradicionales) y calesas buscan sin fortuna a los forasteros que una vez abarrotaban sus asientos. Luxor, con su bodega repleta de arquitectura faraónica, es una de las joyas del turismo egipcio. Un sector vital que, arrasado por casi cinco años de agitación polí­tica, vive en vilo desde que el sábado un Airbus 321 de la compañía Kogalimavia se estrellara en circunstancias aún no esclarecidas en el norte de la península del Sinaí, testigo de continuas escaramuzas entre yihadistas y fuerzas de seguridad desde el golpe de Estado que desalojó del poder al islamista Mohamed Mursi.»Si se desvelara que es un atentado terrorista, sería muy perjudicial», reconoce a EL MUNDO Taher el Edesi desde la desolada oficina de turismo que dirige en el centro de la ciudad, a unos 600 kilómetros al sur de El Cairo.

«Pero el Gobierno ya ha dicho que no pudo ser derribado por un misil y la hipótesis de una bomba a bordo tampoco resulta verosímil», replica el funcionario, confiado en la lenta recuperación de la industria. «El mes pasado llegaron más de 30.000 turistas y han vuelto los vuelos chárter directos desde Alemania, Reino Unido y Holanda», relata henchido de felicidad. Luxor -con su terruño regado por el Nilo, los templos y las necrópolis- es uno de los destinos estrella junto al sol y playa de Sharm el Sheij, la ciudad ubicada en el sur del Sinaí de donde partió el vuelo alcanzado por la tragedia.

Desde el desastre aéreo, el régimen ha apuntado insistentemente hacia la hipótesis de un fallo técnico en un intento de alejar el fantasma de un ataque que sería la puntilla a un sector azotado por las protestas que sucedieron al derrocamiento de Hosni Mubarak en 2011; la represión que inauguró la asonada; la escalada de la insurgencia yihadista y «errores» tan graves como el ataque aéreo del ejército que asesinó el pasado septiembre a ocho turistas mexicanos en el desierto occidental…

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