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Presidenta de Aerolíneas Argentinas busca cambiar la «cultura de ministerio»

Como máxima ejecutiva de General Motors Co. en Argentina, Isela Costantini redujo costos y aumentó los ingresos de una de las empresas más admiradas del país. La ejecutiva renunció el año pasado y asumió un rumbo muy distinto a pedido del Presidente Mauricio Macri: dirigir Aerolíneas Argentinas, la atribulada empresa estatal.

Después de nueve meses como presidenta de la compañía, Costantini, nacida en Brasil de padres argentinos, encuentra cuán difícil es reorganizar la aerolínea bandera del país austral. Con 12 mil empleados, seis poderosos sindicatos y una cultura burocrática profundamente arraigada, el operador aéreo fundado hace 65 años funciona más como un ministerio que como una empresa preocupada por costos, dijo la ejecutiva en una entrevista.

«Sabía que iba a encontrar una caja negra, pero no sabía sus dimensiones», señaló Costantini.

Para gerentes que han trabajado en el sector privado, pasarse al sector público puede ser perturbador. Los líderes deben equilibrar los intereses de más grupos involucrados, como funcionarios del gobierno e influencias polí­ticas muy arraigadas, dice Philip Armstrong, vicepresidente de International Corporate Governance Network. Además, los propios trabajadores no están necesariamente convencidos de los beneficios que aporta un aumento de la productividad. «Hay que tener un nivel muy alto de astucia polí­tica y criterio», explica Armstrong.

Después de asumir el poder en diciembre, el gobierno de Macri, más favorable al mercado, realizó 11 mil despidos en distintos ministerios, recortando una nómina que se había disparado durante la gestión de su predecesora, la populista Cristina Fernández de Kirchner.

Costantini, de 45 años, está encontrando más difícil racionalizar las operaciones de Aerolíneas, que se encamina a registrar una pérdida de US$ 1.000 millones este año, después de perder entre US$ 1 millón y US$ 2 millones al día durante buena parte de la última década. La presidenta reconoció que la aerolínea carecía de algunas características de una empresa tradicional, como presupuesto y metas de desempeño y ventas.

«Teníamos más empleados de los que necesitábamos. El desafío era que no sabíamos exactamente dónde teníamos los empleados adicionales», dijo la ejecutiva.

Costantini, parte del grupo de presidentes ejecutivos que el año pasado llegó al gobierno de la mano de Macri, se ha topado con sindicatos omnipresentes y polí­ticamente activos que se oponen al cambio. Para ahorrar dinero, les pidió a los pilotos que volaran un avión más pequeño y barato en la ruta a Roma, pero se resistieron.

La empresa tiene demasiados administradores, pero Costantini trata de aumentar las ganancias en lugar de reducir personal, en parte porque, como reacción, los sindicatos pueden paralizar los vuelos. En vez de hacer miles de despidos, la presidenta trata de conquistar a los trabajadores al invitarlos a participar en la toma de decisiones. Ha escrito cartas a los líderes sindicales en las que explica cuidadosamente sus planes y solicita sus comentarios.

Su estrategia parecía estar rindiendo frutos hasta la semana pasada, cuando los pilotos se declararon en huelga durante casi un día para exigir mejores salarios y prestaciones. Miles de pasajeros quedaron en tierra y Macri tuvo que contratar un avión privado para viajar a una reunión de Naciones Unidas en Nueva York.

Aunque la huelga llegó a su fin, el sindicato de los pilotos catalogó al equipo de gestión de la compañía de «intransigente» y reiteró sus exigencias de mayores sueldos.

De múltiples maneras, Costantini está construyendo desde abajo. En sus primeros días en el cargo, cuando les pidió a los empleados que encontraran formas de reducir el gasto, uno le contestó que no tenía un presupuesto, recuerda. «No existía una cultura del costo. No existía una cultura de los ingresos», subrayó…

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