Volar en el horario deseado, evitar conexiones incluso en lugares remotos y no soportar largas colas ni masificaciones a la hora de facturar son algunas de las ventajas que ofrece.
Hace algunos años que los altos ejecutivos se sumaron al exclusivo grupo de usuarios de jets privados, imitando a los hombres de negocios americanos. Viajar en el horario deseado, la necesidad de privacidad y seguridad y un servicio altamente personalizado y exclusivo son algunas de las razones que motivan la aviación ejecutiva. Además, mientras que este tipo de público se muestra cada vez más reticente a compartir avión con personas desconocidas, los jets privados y aerotaxis garantizan el anonimato al no existir listas de pasajeros ni anunciar los vuelos en las pantallas de los aeropuertos. Esta necesidad de privacidad y seguridad se hizo evidente tras los atentados del 11-S en Estados Unidos, momento a partir del cual muchos directivos eligieron los aerotaxis para sus desplazamientos.
La aviación ejecutiva se considera un privilegio caro y restringido. Por ello, cada vez es más frecuente que los propietarios de aviones privados -ya sean particulares o grandes compañías- subalquilen estas aeronaves a empresas encargadas de la gestión para sacar beneficio a la inversión. Para que un propietario pueda alquilar su avión a terceros debe ceder la explotación comercial de su aeronave a una empresa que disponga de un Certificado de Transporte Aéreo (CTA). Esta forma de optimizar el uso de su avión se traduce en dos modalidades de venta. Una de ellas es el chárter o aerotaxi puntual, que concreta el precio del servicio en función de la ruta requerida y del tipo de avión necesario, variable según la capacidad y el alcance. Pero también es posible comprar un paquete de horas a consumir durante un periodo determinado u optar por la propiedad compartida o fractional ownership mediante la que varios propietarios disponen de una parte de valor del avión…
