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Aerolíneas: ¿alto a la sobreventa?, Columna de Rosario Avilés

Hay veces que por querer ayudar a alguien terminamos perjudicándolo. El populismo es justamente la práctica polí­tica que apoya esta verdad que, en resumen, muestra a quien creyendo hacer un bien, termina creando más problemas de los que pretende solucionar.

La economía de las aerolíneas es una especialidad. Requiere de un análisis bien estructurado para comprender la lógica con la que funciona el sector del transporte aéreo que, ya lo han dicho hasta premios Nobel, no es la misma que la de cualquier otra industria.

Este es un sector que funciona con inversiones muy altas y de largo plazo (como la infraestructura) pero cuyos ciclos son estacionales, pues están sujetos a las temporadas altas y bajas. Sin embargo, también responde a ciclos económicos más extensos y sus "inventario" no pueden ser reciclados, es decir: lo que no se vendió hoy no puede revenderse.

No olvidemos tampoco que sus elementos críticos, en particular el combustible, tienen un comportamiento errático y pueden herir de muerte a algunas aerolíneas si sus factores de ocupación están demasiado cerca del punto de equilibrio.

Todo ello hace que sea muy difícil gestionar su rentabilidad. Recién en los últimos años los márgenes de ganancia de las aerolíneas han sido superiores al 5 por ciento en promedio global (muy por debajo del resto de los sectores productivos) y esto no es uniforme. Hay años buenos y años no tan buenos.

En las semanas recientes se han desatado varios escándalos en aerolíneas estadounidenses, episodios que tienen el mismo fondo: la sobreventa de boletos genera que "“en ocasiones- algunos pasajeros tengan que quedarse en tierra ( o, en el peor de los escenarios, ser bajados de vuelo), pues no hay lugar para ellos en el avión.

La práctica de sobreventa de boletos es de larga data. Hace años se usaba confirmar el vuelo so pena de no ser admitido en el abordaje, pero desde hace mucho que existe la práctica de sobreventa porque estadísticamente está comprobado que hay un porcentaje de pasajeros que no se presenta al vuelo, así tenga boleto pagado.

Si ese porcentaje de "no show" quedara sin ocupar en todos los casos, esos pasajes no vendidos serían un gasto sin resarcir y por lo tanto, tendría que ser absorbido por la empresa que lo repercutiría en el precio de los boletos, porque impacta en el costo total de operación que tiene que ser financiado a través de la venta de boletos. Así de simple.

Esta práctica no es entendida en la mayoría de los casos. De ahí que la sobreventa tenga tantos detractores y en los días pasados las redes sociales mostraran al menos tres casos de aerolíneas tradicionales, como United, American y Delta, con problemas derivados de ello que suscitaron enojo y hasta pérdidas financieras.

Pero una cosa es la sobreventa común y corriente, cuyo índice de rechazo de pasajeros con boleto pagado es bajísimo (en Estados Unidos, sólo uno de cada 10,400 pasajeros con boleto pagado es rechazado en el abordaje) y otra muy distinta la forma como este tema es manejado por algunas empresas en estaciones específicas, ya sea a través del uso de la policía o con otros métodos poco amables.

En todo caso, los legisladores deberían estudiar con más detenimiento las decisiones que afectan a la mayoría. Esto tal vez implique cambiar el modelo de negocios de las aerolíneas, pero puede que signifique tarifas más altas e incluso, que quien no se presente al vuelo asuma las consecuencias de no tener reembolso. Como dirían los gringos: "no hay almuerzos grati".

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