El edificio más alto del mundo, el Burj Khalifa, mide menos de 830 metros. La montaña más imponente, el Everest, llega a los 8.848 metros. Si la gran mayoría de los vuelos comerciales transcurren sobre superficies de praderas y serranías o sobre el mar, ¿qué necesidad hay de tener que llevar a un avión a unos 10.000 a 12.000 metros de altura?
Hay tres causas principales, y tienen que ver con los factores que preocupan mucho a los gerentes de las aerolíneas: dinero y seguridad.
Menos aire, más ahorro
La primera razón es económica: cada metro que ascendemos desde la superficie la capa del aire es más delgada. O sea, hay menos oxígeno. Si un alpinista necesita botellas de oxígeno para alcanzar una cumbre desde los 4.000 metros, cómo sería la densidad al triple de esa altura.
Entre los 10.500 y los 12.000 metros, franja llamada ‘altitud de crucero’, los aviones se enfrentan a una menor resistencia del aire y pueden viajar más rápido y, por ende, consumir menos combustible. Cuanto más ahorren, mejor negocio para todos.
Recordemos que los motores de los aviones comerciales son del tipo turbofans, que tienen un mayor impulso a medida que enfrenten una menor resistencia del aire. Pero también necesitan del oxígeno atmosférico para poder mantener la combustión, por lo que superar los 12.000 metros ya comprometería la eficacia de las turbinas.
La altura final depende del peso del avión: cuanto más pesado, vuela más bajo. Un A380 o un B747 tendrá una altitud menor que un B737 o un A319, pero siempre en esta franja de la altura de crucero.
Esquivar a los caprichos del clima
La segunda razón se relaciona con la seguridad. O más bien, con la tranquilidad de los pasajeros. La mayoría de los fenómenos atmosféricos (lluvias, relámpagos, viento, granizo, nubes densas) se dan en la troposfera, la capa atmosférica que va desde la superficie hasta los 10.900 metros.
Si bien un avión puede atravesar tormentas y lidiar con vientos, no sale gratis: las turbulencias dan más de un susto a los pasajeros y complica las operaciones.
La mejor prevención es esquivar a estas malas jugadas del clima y volar por encima de ellas.
Además a esa altura tampoco hay aves que puedan impactar sobre el avión. Este es un problema común en los despegues y aterrizajes, y que pueden ocasionar accidentes. Uno de los más recordados fue el vuelo 1549 de US Airways, un A320 que tuvo que amerizar en el río Hudson tras impactar con una bandada de pájaros. Quien haya visto la película Sully con Tom Hanks recordará la escena.
Margen de tiempo
La tercera razón también está relacionada con la seguridad: en caso de problemas con los motores o algún otro componente del avión los pilotos tienen un margen de tiempo para poder solucionarlo.
Si un avión volara a 1.000 metros del suelo y sus motores se detuvieran el impacto sería casi inmediato. A una altura diez veces superior los pilotos pueden lograr que el avión planee por 50 a 80 kilómetros más…