Este año celebramos el primer centenario del nacimiento de la aviación comercial. El 1 de enero de 1914,se realizó el primer vuelo regular, con un único pasajero a bordo, sobrevolaba la Bahía de Tampa, en Florida. Lo que vino después -el desarrollo de la industria mundial de la aviación- cambió al mundo.
El rápido avance de la aviación reflejaba la sed de conectividad. Una ruta, un avión, un único pasajero y un único piloto marcaron el nacimiento de la aviación comercial. Este año se espera que 3 mil 300 millones de pasajeros surquen el cielo, el equivalente a desplazar 27 veces la población total de México. Todos ellos volarán seguros en una flota de más de 23 mil aviones que cubren alrededor de 40 mil rutas.
La aviación comercial no tardó en llegar a México. En 1921, el transporte aéreo se estableció de forma definitiva. Hoy, la aviación comercial es la piedra angular de las dos principales fuentes de crecimiento económico del País: el turismo y el comercio internacional. Según un reciente estudio de Oxford Economics, la aviación contribuye con 233 mil millones de pesos anuales a la economía mexicana, equivalente al 2 por ciento del producto interior bruto (PIB). El sector de la aviación genera más de 150 mil empleos directos en México y más de 750 mil si sumamos su contribución al sector turístico.
La aviación se ha convertido en un medio de transporte masivo para la economía global y en un poderoso catalizador del desarrollo económico. Pero no es una empresa fácil, como muestra la historia reciente de México. Según datos de la Organización de Aviación Civil Internacional (OACI), la industria global de aerolíneas sólo ha sido rentable la mitad de los 66 años entre 1947 y 2012. La regulación excesiva, la fuerte competencia, su vulnerabilidad a los altibajos de los ciclos económicos y el impacto exterior son algunos de los retos que afronta el transporte aéreo. A nivel global, los márgenes de la industria son demasiado estrechos, las aerolíneas obtienen tan sólo unos 80 pesos de beneficio por pasajero transportado.
Pero no pretendemos restar importancia a los importantes logros de la década anterior. La industria del transporte aéreo se ha transformado gracias a la restructuración y a la consolidación, y ha conseguido ser rentable, a pesar del incremento del combustible (nuestro costo más alto) en un 55 por ciento desde 2006 y unas tarifas un tercio más bajas, en términos reales, que hace 20 años.
Desafortunadamente, nuestra capacidad de transformación -necesaria para atraer la inversión que nos permite adaptarnos a la creciente demanda de conectividad- está en riesgo. Sin embargo, no son las fuerzas del mercado nuestra amenaza, sino los gobiernos, que olvidan el papel vital de la aviación en el desarrollo del comercio mundial y del turismo.
En países como Dubái, Abu Dabi y Singapur, los gobiernos reconocen los beneficios económicos que aporta la conectividad de una industria aérea pujante no castigada por impuestos ni regulaciones, y que cuenta con el apoyo de las infraestructuras necesarias.
México -con su vasta población, su creciente clase media y una excelente localización geográfica para los flujos de tráfico entre los Estados Unidos y Latinoamérica- cuenta con unas condiciones óptimas para beneficiarse aún más de la conectividad de la aviación. Para ello, el País necesita ver este sector como un poderoso motor de desarrollo y crecimiento económico.
Existen signos positivos de que México se mueve en la dirección correcta. La decisión del mes pasado de eliminar el impuesto al combustible de la aviación es un gran paso. La nueva ley habría aumentado la factura de combustible de la aviación en unos 480 millones de pesos al año. Sin embargo, las líneas aéreas locales siguen teniendo el viento en contra respecto a las de otros países: el combustible en México es entre 3 por ciento y 7 por ciento más caro que en su vecino país del norte, Estados Unidos. En un negocio como la aviación, donde los márgenes son muy estrechos, elevar el coste del combustible en México puede llevar a una línea aérea floreciente a la quiebra.
Esto, junto con las serias limitaciones de capacidad que presenta el aeropuerto de Ciudad de México, impide que el País aproveche al máximo los beneficios de la aviación; y aún pasarán años hasta que los resultados de la expansión del aeropuerto se reflejen en una mayor capacidad que pueda absorber las necesidades de una economía vigorosa.
La industria del transporte aéreo actual se parece poco a aquella que comenzó en México en 1921. Pero hay algo que no ha cambiado: cuando los gobiernos apoyan el desarrollo de una industria pujante, los beneficios económicos se propagan. Sólo compitiendo en igualdad de condiciones y con una adecuada infraestructura, la industria de la aviación podrá estimular el turismo y el comercio y ofrecer lo mejor de sí misma a los ciudadanos mexicanos. Si México considera a la industria de la aviación como un socio de primer nivel, estoy seguro de que el País se beneficiará de la exclusiva transformación económica que sólo este sector puede ofrecer, y conseguirá que este segundo siglo de aviación en México sea mucho más próspero que el primero.