La inauguración del nuevo aeropuerto Jorge Chávez ha marcado un hito para la aviación peruana. Luego de muchos años de espera, finalmente podrá ampliar su capacidad de 35 a 52 operaciones por hora desde diciembre, con la posibilidad de llegar a 70 en el futuro. Sin embargo, aún persisten brechas de infraestructura en los aeropuertos de provincia, que limitan el aumento de frecuencias y pasajeros.
El sector aéreo ha demostrado ser motor de crecimiento económico y social, con una contribución anual de US$6.200 millones al PBI, según IATA. No obstante, para multiplicar ese aporte es imprescindible que la infraestructura regional responda a la creciente demanda.
En este contexto, el turismo —una de las principales promesas de desarrollo descentralizado— sigue condicionado. Los discursos oficiales hablan de potenciar la llegada de visitantes, pero mientras los terminales permanezcan saturados, obsoletos o enfrascados en procesos interminables de rehabilitación, será imposible materializar ese objetivo.
Los retrasos en proyectos estratégicos, como el aeropuerto de Chinchero —que acumula seis años paralizado—, o demoras en las ampliaciones de Chiclayo y Piura, reflejan la urgencia de acelerar su ejecución. Cada año perdido es una oportunidad desaprovechada para atraer turistas, dinamizar el comercio, incentivar la inversión y consolidar la conectividad territorial.
En ese marco, el anuncio de ProInversión sobre la licitación del tercer grupo de aeropuertos en siete regiones llega en un momento decisivo. Esto abre un horizonte de oportunidades para el crecimiento del sector y la eventual inclusión del Aeropuerto Internacional de Chinchero sería clave para agilizar la obra y evitar repetir errores del pasado…