Los viajeros comienzan a llegar a la sala de arribo internacional del aeropuerto José Joaquín de Olmedo de Guayaquil desde las 16:30 del miércoles. A esa hora, varias familias se reúnen. Unos con teléfonos en mano para verificar llamadas, otros revisando en las pantallas las horas de aterrizaje de los distintos vuelos de ese día.
La ansiedad se nota en la mayoría de los presentes en el sitio. Madres, hijos, abuelos, sobrinos y esposos se arriman a la baranda de seguridad de la sala, mirando sigilosamente al fondo de ese interminable pasillo.
Los viajeros, en cambio, salen con la mirada un tanto perdida, en busca de ese ser querido que pocas veces tienen a su lado, con la necesidad de abrazarlo y sentirse en casa.
Este ambiente se vive con fuerza en noviembre y diciembre, temporadas en las que miles de migrantes ecuatorianos regresan al país desde España, Italia, Alemania o EE.UU. para celebrar con sus familias.
KLM, Iberia, Avianca, LAN son algunas de las aerolíneas que traen a los ecuatorianos desde el exterior.
Diana Calle Loor, de 27 años, es parte de esos ecuatorianos. Ella aprendió a vivir con su padre lejos. Con su pequeña hija en brazos espera ver salir por el pasillo a su papá, Ramón Calle, a quien vio por última vez hace seis años.
Esta es la segunda vez que los visita desde que emigró a España, hace doce años, en busca de mejor fortuna para su familia. La crisis económica en ese país también lo tocó y Francia se convirtió en su nueva morada desde hace seis meses, cuenta.
Ella no llegó sola: su mamá, Gladys Loor; sus hermanos, Miguel y Sandy Calle, y tíos la acompañan.
Esta visita, para ellos, es el regalo de Navidad adelantado. En su casa, en Bastión Popular, un delicioso menú aguarda al rey del hogar. "Nos levantamos en la madrugada para prepararle dulce de leche, flan, huevos mollos, pollo hornado al durazno y sopa de pollo", comenta Loor, quien cocinó con su familia este menú, que también tendrá cangrejos, para su esposo.
Las horas pasan y la espera se vuelve insostenible. Pero al divisar un rostro para ellos inolvidable, aunque solo se comuniquen por teléfono o videollamada, cambia todo.
De pronto, los ojos de Calle brillan por las lágrimas que asoman en ellos. Corre con su hija y es su padre quien la abraza tan fuerte como esperaba.
Esta emoción se repite en Dora Nagua, residente en España, quien aprovechó para compartir con su familia estos meses. "Yo me fui hace doce años allá, regresé hace cinco meses para visitar. Ahora vivo allá con todos mis hijo", indica Nagua.
Con su sobrina Cecilia Nagua, quien también vivió en Madrid, esperan la llegada de su hijo Rafael Lindao. El vuelo de Avianca al parecer está demorado. La inquietud en la familia, que no ha visto a Lindao en…