Desde hace tiempo se sabe que la mayor parte de la gente que se contagia en los aviones está sentada a por lo menos dos filas de distancia de los portadores de virus respiratorios. Pero, según un nuevo estudio, la regla de las dos filas no es el único factor a considerar.
Aterrizar después de un largo viaje sintiendo algo de ardor en la garganta es una experiencia con la que los habituales de los vuelos intercontinentales están bastante familiarizados, por lo que por lo general se asume que las cabinas de los aviones propician el contagio de enfermedades.
Y si a eso se suma el innegable rol jugado por este tipo de viajes para la rápida propagación global de virus como el de la gripe H1N1 y el SARS-CoV, es comprensible que cada vez haya más cientÃficos interesados en comprender el vínculo entre salud y transporte aéreo.
«Con las líneas aéreas llevando más de 3.000 millones de pasajeros anuales, la transmisión de enfermedades infecciosas durante el vuelo es una preocupación de salud global importante», reconoce un equipo de investigadores que se ha estado dedicando precisamente a esa tarea como parte del proyecto de investigación Flying Healthy («volando saludable»), auspiciado por Boeing.
«Se ha documentado más de una decena de casos de contagio de infecciones serias durante el vuelo, y los viajes aéreos también pueden servir de conducto para la rápida propagación de nuevas infecciones emergentes y pandemias», destacan los investigadores en la edición de marzo de la revista PNAS (Proceedings of the National Academy of Sciences).
Aunque, como también se advierte en el artículo, «a pesar de las historias sensacionalistas en los medios, los riesgos de transmisión de virus respiratorios en la cabina de un avión todavía no se conocen»…