CURIOSIDADES

Consolas, billar y barbacoa antes de embarcar

Jugar una partida al billar: 20 minutos. Degustar una barbacoa recién cocinada y acompañada de un buen postre de delicias turcas: media hora. Darte una ducha caliente: 10 minutos. Tocar tu pieza favorita en un piano Feurich: un cuarto de hora. Tumbarte plácidamente a ver una pelí­cula de acción: 90 minutos. Darte cuenta de que ya han pasado las dos horas y media de espera para el embarque: un segundo. El tiempo vuela en el CIP Lounge del aeropuerto Atatürk de Estambul, que está considerado como uno de los mejores salones VIP del sector aeronáutico del mundo.

Son las ocho y cuarto de la mañana. El "˜Airbus 319"™ con destino a Bilbao no despega hasta las diez menos cinco. Este paciente viajero tiene todavía un buen rato para conocer el espacio que Turkish Airlines reserva para sus clientes más selectos. Ni que decir tiene que a este pasajero le fascina cualquier entretenimiento que haga más amenas las largas horas que pasa en diversos aeropuertos españoles y europeos. Para matar el tiempo suele comprar en las tiendas libres de impuestos, también curiosea en las librerías y no duda en conversar con las personas que aguardan en las zonas de embarque. Tampoco desdeña, incluso, echar una cabezadita en algunos hoteles que se alquilan por horas, en lugares como el parisino Charles de Gaulle.

Esta vez, el sufrido turista acepta la invitación para conocer una sala VIP por la que pasan a diario alrededor de 2.000 personas (600.000 al año). Lo primero que llama la atención es su diseño y decoración. El equipamiento, que cuenta con 3.000 metros cuadrados de superficie, resulta muy abierto y está modulado en un gran atrio central y diversas estancias auxiliares. Uno tiene la conciencia de estar dentro del aeropuerto, pero fuera de él, al mismo tiempo.

Nada más entrar el pasajero se topa con una librería con pesados volúmenes en diversos idiomas. Predominan los que versan sobre fotografía y arquitectura. En el centro del espacio, un padre y un hijo juegan al billar de manera entusiasta. Y justo al lado se encuentra la consigna donde uno puede guardar sus pertenencias con total seguridad. Un detalle que se agradece. El viajero instala su base en un cómodo sofá donde es probable que se anime luego a probar suerte con la consola PlayStation 3 que reluce a pocos centímetros de distancia del sillón.

El turista echa un primer vistazo rápido al CIP Lounge y teme no tener el tiempo suficiente para probar todas las posibilidades que se le abren de repente. Elige, por lo tanto, empezar por lo más llamativo y urgente: tomar un buen desayuno continental. La propuesta es muy variada, pero se limita a pedir algo ligero: un té turco, acompañado de un pedazo de tarta y frutos secos (pistachos de Irán). El tipo de la mesa de al lado -tiene pinta de británico- no ha escatimado en esfuerzos y degusta un revuelto de huevo y varias salchichas. Se las acaba de servir uno de los muchos cocineros que están permanentemente presentes en el lugar.

En la sala VIP de Turkish Airlines trabajan casi un centenar de empleados. La mayoría de ellos pertenecen a la empresa Do&Co y se encargan de gestionar todo lo relacionado con la restauración. Tras el ágape, el viajero opta por admirar el piano de cola que preside uno de los comedores. Es una excelente pieza de la firma alemana Feurich, pero nadie se atreve a tocarlo.

El pasajero da entonces un garbeo por la parte más íntima del salón. Allí­ están las pequeñas suites donde uno puede echar un sueño o darse una ducha. De regreso al centro neurálgico del CIP Lounge, uno contempla cómo el ambiente va "˜in crescendo"™. Varios grupos charlan animadamente, mientras el ir y venir de camareros no cesa. Media docena de niños juega con sus cuidadoras en la guardería y una decena de personas, recostadas en cómodos cheslones, contemplan una pelí­cula.

El pasajero no tiene tiempo para más. La Playstation y el billar tendrán que esperar a una mejor ocasión. El embarque para regresar a Bilbao está en marcha. Mientras recoge sus pertenencias de la consigna, uno piensa que, efectivamente, el tiempo vuela en el CIP Lounge del aeropuerto Atatürk de Estambul.

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