«En los vuelos de larga distancia, hay una cabina para que la tripulación duerma, y la gente siempre se mete ahà a practicar sexo».
Ser miembro de la tripulación de cabina solía ser una profesión glamurosa, pero desde que los pasajeros empezaron a embarcar en pijama y las líneas aéreas comenzaron a amenazar con cobrar el uso del baño, perdió todo el encanto.
Además, resulta caro, ya que los vuelos no son nada baratos y, aunque no hay ninguna garantía de conseguir trabajo después de formarse como piloto, la formación es más cara que comprar una casa. Manuel, de Alemania, no encontró trabajo de lo suyo durante unos cuantos años después de obtener su titulación, pero la suerte se puso de su lado cuando se trasladó al Reino Unido. Ahora lleva a turistas por toda Europa.
Manuel estaba muy interesado en responder a todas las preguntas que siempre he querido hacer a un piloto, pero en la entrevista no quiso decir su apellido ni la línea aérea para la que trabaja. No obstante, sí que quiso remarcar que la profesión de piloto es la mejor del mundo.
VICE: ¿Llevando un avión trabajas de verdad, o simplemente activas el piloto automático y ya está?
Manuel: Yo utilizo el piloto automático desde poco después del despegue hasta justo antes del aterrizaje, vamos, durante casi todo el vuelo. La línea aérea para la que trabajo lo exige para así evitar que los pilotos empiecen a hacer el loco mientras vuelan. Lo que pasó hace años es que hubo pilotos que aceleraban cuando se aproximaban al aeropuerto, y eso es muy peligroso. Supone un gran gasto de gasolina porque el avión quizás necesita coger altura de nuevo para realizar otro aterrizaje.
Pero cuando estás a gran altura, lo único que tienes que hacer es vigilar que todo esté correcto y controlar la velocidad. Es en ese punto cuando te empiezas a volver un poco loco. Es otro de los motivos por los que es bueno utilizar el piloto automático porque, de todas maneras, solo hace lo que yo le pido que haga. Previamente, de forma manual, tengo que ajustar todos los detalles sobre la altitud, la ruta y la velocidad. En los vuelos largos, cuando no hay ningún imprevisto, leo el diario y algún libro, o miro las estrellas. También tenemos un iPad con un PDF de 20.000 páginas con todos los manuales e información sobre los aeropuertos. Así nos distraemos…