La isla escocesa de Barra, permanentemente castigada por vientos fuertes y el duro clima atlántico, tiene dos hechos que la distinguen: fue uno de los primeros sitios en el Reino Unido en contar con un aeropuerto (en 1936, casi al mismo tiempo que el de Gatwick), y la pista de este aeródromo desaparece dos veces por día.
No es que algún imitador de Harry Potter esté realizando sus trucos en una remota isla de las Hébridas Exteriores, sino que la pista está en la arena y cada vez que sube la marea, queda cubierta por las aguas.
Un pequeño aeropuerto remoto
El aeropuerto de Barra se encuentra en la bahía de Traigh Mhor, en el extremo norte de esta isla de 13 kilómetros de largo y ocho de ancho en su máxima extensión.
El edificio no es muy distinto de cualquier aeródromo remoto, con una sala para el embarque, un par de dependencias de servicio, una cafetería que sirve fabulosos desayunos y una pequeña torre de control.
Pero no hay ninguna pista, o al menos no como en el resto del mundo. En vez de una cinta de asfalto, marcada con luces y señales, la playa dispone de varias hileras de postes que marcan, en teoría, la cabecera de tres pistas; para que los pequeños aviones de Loganair –la única compañía que opera de manera regular en Barra- puedan aterrizar de cara al viento.
Lógicamente aquí no se autorizan los vuelos nocturnos, pero en caso de una emergencia médica los coches de los residentes iluminan la playa para ayudar al aterrizaje o despegue del avión…
Imagen: Twitter @BRRAirport