Pasaron diez años, pero no hay nada que Tripp Harris no recuerde sobre ese frío día de enero en el que le ganó un pulso a la muerte a bordo del vuelo 1549 de US Airways.
El sacudón cuando el avión se llevó por delante una bandada de gansos y los motores se detuvieron momentos antes de despegar del aeropuerto LaGuardia de Nueva York. El humo que invadió la cabina. El olor a fusibles quemados. El pánico de la gente. El tono calmado con que el capitán Chesley “Sully” Sullenberger le dijo a todos que se preparasen para un acuatizaje de emergencia mientras encaminaba al Airbus A320-214 hacia las heladas aguas del río Hudson el 15 de enero del 2009.
Y, por supuesto, el final feliz del “Milagro del Hudson”: Las 155 personas a bordo sobrevivieron.
Harris dice que esa experiencia le hizo ver lo que realmente importa en la vida: su esposa y su hijito que entonces tenía dos años.
“Solo pensaba en todo lo que me iba a perder”, cuenta Harris, de 47 años, de Charlotte, Carolina del Norte, hacia donde se dirigía el vuelo. “El episodio cambió totalmente mis prioridades” .
Decidió pasar más tiempo con su familia y disfrutar de aventuras y cosas que tal vez hubiera postergado.
“La experiencia me hizo un mejor padre, un mejor marido», asegura.
Numerosos sobrevivientes cuentan historias parecidas, de cómo el episodio les cambió la vida y los hizo disfrutar más de lo que tienen.
“Ahora soy mucho más agradecido con la vida”, manifestó Sheila Sail, de 67 años y quien era una de las asistentes de vuelo. Se tomó un descanso de casi un año antes de regresar a su trabajo y ayudó a crear un grupo de apoyo a azafatas en su aerolínea. “Tengo tres nietos que tal vez nunca hubiera podido ver”.
Golpe y sustazo
Este martes se cumple el décimo aniversario del episodio. El vuelo 1549 partió de LaGuardia con el copiloto Jeffrey Skiles en los controles, tres asistentes de vuelo y 150 pasajeros a bordo. Era un día frío, con temperaturas de menos siete grados centígrados, pero despejado.
“Qué vista del Hudson tenemos hoy”, le dijo Sullenberger a Skiles, según el informe de la Junta Nacional de Seguridad en el Transporte.
Menos de un minuto después el avión chocó con las aves a 915 metros de altura. Los dos motores se detuvieron. Sullenberger tomó el control y les dijo a los controladores del tráfico aéreo que no podía volver a LaGuardia. Sus opciones eran un pequeño aeropuerto de Nueva Jersey, que probablemente estaba demasiado lejos, o el río. Sullenberger optó por el acuatizaje.
A las 15.31, el avión acuatizó limpiamente, sin sufrir daños mayores, y empezó a flotar hacia el puerto. Los pasajeros salieron por las alas y balsas inflables y se subieron a ferrys que fueron en su rescate.
Una asistente de vuelo y cuatro pasajeros resultaron lesionados, pero el resto casi no sufrió percances.
El avión se hundió y posteriormente fue rescatado. Actualmente es exhibido en el Museo de Aviación de las Carolinas en Charlotte, donde los sobrevivientes planeaban reunirse el martes con motivo del aniversario…