El país busca posicionarse como líder regional en la producción de combustible sostenible para aviones. Le explicamos cómo se produce, por qué no requiere cambiar los motores de los aviones y qué tan lejos puede llegar el país si cumple su ambiciosa hoja de ruta.
En los próximos años, los vuelos comerciales podrían dejar de ser fuentes considerables de emisiones de carbono. No gracias a los motores eléctricos ni a los vuelos con hidrógeno, sino por el avance silencioso, pero estratégico, del SAF: Combustible Sostenible de Aviación (Sustainable Aviation Fuel). Colombia, hasta hace poco ausente en esta carrera tecnológica, pero quiere ponerse al frente con una fórmula ambiciosa que combina agroindustria, biotecnología, regulación y alianzas internacionales.
Por primera vez, el país contará con una planta dedicada exclusivamente a producir SAF. La construirá la empresa Bio-D, en sociedad con la firma global LanzaJet, desarrolladora de la tecnología de conversión «alcohol-to-jet». Este tipo de producción transforma biomasa en un combustible casi idéntico al Jet A1 que usan hoy todos los aviones del mundo.
¿Qué es exactamente el SAF y cómo funciona?
El SAF es un biocombustible que se fabrica a partir de materias primas renovables. A diferencia de los combustibles fósiles, el SAF no se extrae del petróleo, sino que se produce mediante procesos bioquímicos o termoquímicos que convierten esta biomasa en hidrocarburos muy similares al combustible convencional de aviación, el Jet A1. Esa similitud es crucial: el SAF puede mezclarse con el combustible tradicional sin alterar los motores ni la infraestructura existente. Por eso se le llama drop-in.
Este combustible puede ser utilizado en mezclas con Jet A1 hasta en un 50 por ciento sin que se requiera modificar motores, tanques o sistemas de distribución. Por esta razón se inserta directamente en la infraestructura existente. Además, cumple con los estándares internacionales de calidad y seguridad establecidos, por lo que es indistinguible en funcionamiento del combustible tradicional.
Existen al menos 11 rutas tecnológicas para su producción. La planta colombiana de Bio-D usará el método «alcohol-to-jet», que convierte alcoholes derivados de biomasa en combustible para aviación. Esta ruta ha sido validada internacionalmente y está siendo adoptada por otros países con metas agresivas de descarbonización.
La promesa de descarbonizar los cielos: el potencial del SAF
El potencial del SAF no se limita a su origen renovable. Lo que lo hace realmente estratégico es su capacidad de reducir las emisiones netas de gases de efecto invernadero hasta en un 80 por ciento, dependiendo de la materia prima y el proceso de producción. Esto se debe a que el carbono emitido durante el vuelo proviene originalmente de la atmósfera (capturado por las plantas utilizadas como insumo), y no de fuentes fósiles.
Según IATA y la OACI, el 75 por ciento de la reducción de emisiones del sector aéreo prevista para 2050 provendrá del uso de SAF. En un mundo en donde el transporte aéreo representa cerca del 3 por ciento de las emisiones globales, y en Colombia según Greenpeace es casi el 78 por ciento, esta tecnología podría convertirse en una necesidad.
Producción nacional: entre el piloto y la escala industrial
En Colombia ya se producen pequeñas cantidades de Jet A1 coprocesado con un 1 por ciento de insumos renovables en la refinería de Cartagena gracias a Ecopetrol. Esta mezcla será utilizada por LATAM Airlines Colombia en más de 700 vuelos en aeropuertos de Barranquilla, Medellín y San Andrés. Es un primer paso técnico que valida la capacidad de producir combustibles sostenibles sin afectar el rendimiento operativo.
El plan es escalar. La planta de Bio-D, prevista para 2029-2030, tiene como meta producir 50 millones de galones al año, la mitad del objetivo nacional de 100 millones para 2035. Ecopetrol, por su parte, proyecta producir SAF por coprocesamiento de forma sostenida en Cartagena y desarrollar una planta dedicada en Barrancabermeja. La meta a largo plazo, según la hoja de ruta oficial, es alcanzar 450 millones de galones para 2050, lo que permitiría apoyar hasta el 10 por ciento del consumo nacional y evitar la emisión de 5 millones de toneladas de Co2.
Por qué Colombia tiene potencial
Colombia cuenta con una combinación poco común de factores que hacen viable una industria de SAF: una frontera agrícola amplia, disponibilidad de residuos, experiencia en biocombustibles, infraestructura de refinación, y una geografía estratégica para la conectividad regional. Así lo explicó a CAMBIO Guillaume Gressin, vicepresident international, strategy and commercial operations Airbus Latin America and Caribbean:
«Colombia, cuenta con una alta disponibilidad de recursos naturales, incluidos residuos agrícolas, domésticos y forestales, que podrían aprovecharse para la producción SAF, posicionándose como un potencial productor de energías renovables y tecnologías bajas en carbono».
Además, estudios del MIT y Airbus, en alianza con LATAM Airlines, han identificado al país como uno de los de mayor rendimiento potencial por hectárea en producción de SAF. «El país tiene experiencia en la producción de biocombustibles y esto es una ventana para seguir construyendo, sobre todo en regulación, materias primas y logística y cadena de valor», añadió Gressin.
A esto se suma un ecosistema de cooperación entre sector público y privado que ya ha producido una hoja de ruta técnica, una propuesta de ley con incentivos tributarios, y una serie de pilotos exitosos. La industria nacional de biocombustibles también aporta dos décadas de experiencia que pueden ser aprovechadas para esta transición.
«Estamos en el grupo de los pioneros. Si nos movemos rápido, podremos exportar SAF en el futuro. Pero si esperamos demasiado, otros ocuparán ese lugar en el mercado», advierte Carolina Rojas, presidenta de Fedebiocombustibles.
Los obstáculos: costos, incentivos, certificación
El principal obstáculo para masificar el SAF es el costo. Producir una tonelada de este combustible puede costar tres veces más que el Jet A1. Esta brecha solo puede reducirse con economías de escala y con incentivos fiscales que hoy aún no existen en el país.
En ese sentido, cursa en el Congreso un proyecto de ley que busca otorgar al SAF beneficios similares a los de las energías renovables no convencionales. También está en consulta un reglamento técnico del Ministerio de Minas que estandarizará la calidad del combustible producido. Y queda pendiente el diseño de un sistema de certificación y trazabilidad de la huella de carbono que permita exportar el producto.
«No se trata solo de producir. Se trata de certificar, medir, conectar el producto con un mercado global que es muy exigente. Si no hacemos eso bien, el SAF colombiano no será comercializable», advierte Rojas…