IAG, la compañía resultante de la fusión entre Iberia y British Airways, se ha ido decantando, tras cinco años de andadura, por la opción inglesa. La reducción del mercado entre Madrid y Latinoamérica, y que las rutas del Atlántico norte han continuado siendo rentables durante la crisis, han sido aprovechadas por los británicos para ganar posiciones. Pero la situación puede cambiar tras el Brexit.
En enero vencieron las salvaguardas que, en los acuerdos firmados, preservaban formalmente la españolidad de Iberia como aerolínea de bandera, y la nacionalidad británica de British Airways. La vigencia de dichos compromisos se estableció para los cinco años posteriores a la fusión. Por tanto, IAG tiene la puerta abierta para actuaciones que hasta hace seis meses no podía ejecutar. Por ejemplo, puede plantear el traslado de las actuales sedes del grupo.
La sede social del holding se encuentra en Madrid, mientras que la sede operativa y financiera se sitúa en Londres. Para un posible cambio de ubicación, en este momento IAG no encontraría los obstáculos legales vigentes hasta hace unos meses. Y lo mismo ocurre con la pervivencia de las marcas de las aerolíneas y con la estrategia de las mismas, que pueden ser también susceptibles de revisión sin ninguna traba.
Gracias a esas garantías, IAG se comprometió por escrito a que la evolución de uno de los centros no fuera en detrimento del otro. Las salvaguardas blindaban la cartera de destinos clave de cada aerolínea, y velaban para que existiera un desarrollo equilibrado de las dos redes atendidas desde cada aeropuerto (Adolfo Suárez-Barajas en Madrid, Heathrow en Londres)…