Mientras los petroleros de Brasil suspendían este jueves su huelga amedrantados por elevadas multas, el debilitado gobierno de Michel Temer sacaba la calculadora para ver cómo pagar las concesiones dadas a los camioneros para poner fin al masivo movimiento que paralizó el país.
Aunque el parón de 72 horas iniciado el miércoles por los trabajadores petroleros prometía abrir un nuevo frente para Temer, la Federación Unificada de Petroleros (FUP) recomendó esta mañana dar marcha atrás después de que la justicia elevara las multas a los sindicatos que participaran en esa convocatoria considerada ilegal a dos millones de reales (537.000 dólares).
"La huelga fue encerrada en más del 95% de las unidade", confirmó en la tarde la estatal Petrobras en un comunicado, asegurando que no hubo impacto en la producción ni tampoco hubo riesgo de desabastecimiento.
El paro pedía, entre otras cosas, la dimisión del presidente de la empresa, Pedro Parente, y también el fin de su política de precios, que empezó a ajustar diariamente desde 2016 en función de las cotizaciones del mercado internacional. Esta medida supuso aumentos significativos del precio de los combustibles este año en Brasil.
Aunque tuvo poco impacto concreto, la movilización de los trabajadores petroleros fue una jarra de agua fría para Temer porque pisó los talones a la huelga de camioneros contra de los altos precios del diésel, que apenas empezó a desarmarse el martes tras nueve días de bloqueos.
Con camioneros parados en autopistas y carreteras y rechazando entregar sus cargamentos, ciudades enteras quedaron sin gasolina y sin comida fresca por más de una semana. Una docena de aeropuertos tampoco pudieron repostar el combustible de los aviones.
Eso hizo que las refinerías estuvieran llenas, y minaron los efectos de la breve huelga de petroleros…