Los aeropuertos son la antÃtesis de lo que deberían ser, unos espacios cómodos y funcionales, convertidos en bazares repletos de confusas indicaciones donde el diseño y la buena restauración brillan por su ausencia
Llegan las vacaciones de verano y las terminales de los aeropuertos pasarán a ser la puerta de paso y de llegada a los destinos turísticos de cientos de miles de pasajeros. Y es que el aeropuerto como tal se transforma en el primer impacto de imagen de una ciudad, región o país, algo de lo que las propias ciudades, regiones o paises a nivel institucional no se han dado cuenta.
Los aeropuertos son la antesala a las instrucciones de emergencia y evacuación de los aviones (esas figuras que se cogen la cabeza para ponerse en posición fetal y que gatean entre humo para alcanzar la salida, impresas hace tres décadas) y el paso siguiente a ese incómodo momento, ya aterrizados y en pista, en el que no sabes si esperar sentado o te puede el ansia y desesperas de pie en una fila absurda en el pasillo de la aeronave. Tampoco deberíamos esperar demasiado a tal preludio y colofón, pero tampoco hacía falta que los responsables, directores y gerentes de estos recintos fuesen tan crueles a la hora de combinar diseño, arquitectura y funcionalidad.
Así que, por un lado tenemos una imagen turística que empieza dañada desde que pones un pie en tierra, y por otra una mala experiencia llena de incomodidades para las largas horas que te esperan en un lugar en el que las wifis son de pago (la red gratuita no funciona nunca, como todo viajero experimentado sabe), los enchufes están escondidos, la atención al pasajero es una leyenda urbana, la iluminación es desconcertante, los paneles con los horarios han sido sustituidos por unos demasiado pequeños televisores repletos de líneas de información, resulta asombrosamente sencillo perderse y, además, la señalización carece de todo sentido y es más fácil guiarte para encontrar un Starbucks que unos codiciados aseos. Donde en principio era el terreno de las tipografías Helvetica o Frutiger, los folios impresos en Comic Sans abundan con el único propósito de confundirnos para luego entrar desorientados y calmados a los aviones…