Poco a poco el aeropuerto internacional de Panamá recupera la normalidad tras el caos de más de 24 horas causado por una caída de la red de navegación de la compañía Copa Airlines a las cinco de la tarde del sábado. Varias informaciones, no obstante, sugieren que el descontrol fue provocado por una huelga encubierta de pilotos. El incidente provocó la cancelación de 75 vuelos y la demora de más de nueve horas de varios, ha confirmado la aerolínea. Alrededor de 10.000 pasajeros, entre ellos varios mandatarios que habían asistido a la Cumbre Iberoamericana, se vieron afectados por la parálisis.
El aeropuerto panameño de Tocuman es el de mayor tráfico de Centroamérica con vuelos a 65 localidades de América y Europa. El domingo, de los 121 vuelos que estaba previstos, solo uno despegó a tiempo. La caída de la red "“o la huelga- impidió el aterrizaje durante la noche del sábado al domingo de todos los aviones con destino o tránsito a Ciudad de Panamá.
Las colas frente a los mostradores de facturación de la aerolínea Copa empezaron ya desde primera hora de la mañana, entre el desconcierto de los viajeros. Los asistentes de la compañía se vieron desbordados ante la avalancha de viajeros, superior a la habitual ya que había muchos miembros de las delegaciones de los 22 países que acudieron a la Cumbre Iberoamericana. La propia presidenta costarricense, Laura Chinchilla, tuvo que esperar cinco horas para embarcar de vuelta a su país.
La impotencia ante la imposibilidad de atender las demandas de los centenares de viajeros varados a la entrada del aeropuerto provocó que varios de los empleados de Copa rompieran a llorar. Pasado el control de pasaportes la situación no era mucho mejor. Los pasajeros se acomodaban como podían en los asientos de las terminales. Entre un barullo de maletas y bolsas, se apelotonaban frente a las pantallas de información, pugnaban por enchufar su móvil u ordenador a la toma de corriente y guardaban colas interminables frente a unos mostradores de información completamente inoperantes.
Pese a la buena predisposición de los empleados, la desinformación era alarmante. Las puertas de embarque no estaban actualizas, aumentando la angustia de los viajeros que peregrinaban de terminal a terminal con la esperanza de ver el nombre de su destino encendido en las pantallas y con el temor de que ya hubiera comenzado el embarque.
La desesperación dio pasó a la resignación, sobre todo entre los pasajeros brasileños, costarricenses y colombianos, que eran la mayoría y cuyos vuelos, previstos para mediodía, fueron cambiados de horario en varias ocasiones. Peter (no quiso dar su apellido), un empresario británico con varios negocios en Brasil, había llegado al aeropuerto a última hora del domingo tras haber visto cómo su vuelo, previsto para un día antes, era cancelado. Frente a un bloody-mary, cortesía de Copa, que pagó todas las comidas de los pasajeros varados en la terminal y ofreció refrescos y sándwiches gratis, se mostraba esperanzado de que, esta vez sí, pudiera volar. Un poco más allá, una senadora y un diputado que habían acudido con la delegación brasileña a la Cumbre cambiaban de postura en sus asientos a la espera de que se anunciara, por fin, la salida del avión. A medianoche la llegada de pasajeros de vuelos de Europa sumó más caos al caos.
La compañía pidió a los viajeros que trataran de cambiar sus billetes para el martes mientras se recuperaba la normalidad. Una normalidad que se empezaba a sentir a primera…