Impulsado con mucha convicción por las grandes desarrolladoras mexicanas y la Cámara Mexicana de la Industria de la Construcción (CMIC), el "Consorcio Aeroportuario Mexicano" se anunció en septiembre con los pesos pesados locales: ICA, Hermes, Carso, Conconal, Prodemex, Marnhos, Grupo Teya, GIA y Tradeco. Era la manera de frenar el avance, sobre todo de las empresas españolas como OHL o Dragados que tienen apetito de obra pública en el país.
Pero a medida que pasan las semanas, el entusiasmo no es el mismo. Las conferencias de prensa se hicieron esporádicas y no se notaba un espíritu de frente común entre todas las empresas.
Se sumaron más compañías medianas del resto del país, sin tener claro cómo se iban a organizar.
En los pasillos de una de las desarrolladoras se hablaba de la posibilidad de dividir al consorcio en tres: Aire, Tierra y Obras Complementarias.
Los primeros se encargarían de las pistas, plataformas, calles de rodaje y la estabilización de terrenos; los de Tierra de la terminal, estacionamientos y la torre de control, y la tercera de los talleres, obradores, accesos y de toda la infraestructura aledaña.
Mientras se esperaban las fechas para la licitación, surgió el tema de la casa blanca construida por Grupo Higa, socio de este consorcio a través de su unidad de infraestructura Grupo Teya.
Esto generó ruido entre los socios por los coletazos que podría generar en una obra de esta envergadura o de plano la imposibilidad de participar (como la cancelación del tren rápido México-Querétaro).
"Sería demasiado obvio quitar a Higa del consorcio. Ya no se le ve mucho futuro como está hoy el consorcio. Creo que buscarán que constructoras mexicanas se asocien ahora sí con extranjeras y el consorcio se irá extinguiendo poco a poco", dice off the record un ejecutivo vinculado al proyecto…
Imagen: AP