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Niños de Congo juegan con ser pilotos en un aeropuerto abandonado

Sobre el ala de un avión vacío, un niño practica su flexión hacia atrás. Una multitud se ha reunido en la cabina, turnándose para jugar de capitán.

Desde la perspectiva de una persona externa, el Aeropuerto Internacional de Goma (una vez un arsenal improvisado para las fuerzas armadas de la República Democrática del Congo) probablemente sea el último lugar donde esperarías encontrar un área de juegos improvisada.

Para los lugareños, tales dicotomías son típicas de una región que una vez se vio envuelta en conflictos.

«Para mí, esto captura la experiencia del Congo», dice Michael Christopher Brown, un fotoperiodista que tomó las fotografías mientras cumplía una asignación para la revista Time.

«Por un lado, este es un lugar que a menudo aparece en las noticias como un lugar horrible, porque ciertamente han sucedido cosas muy horribles ahí. Pero también ocurren cosas hermosas», dice.

Años de guerra y una erupción volcánica en 2002 (cuando la mayor parte de la ciudad y grandes áreas del aeropuerto quedaron cubiertas en lava) llevaron a que prácticamente se cerrara toda la actividad comercial en el lugar.

Aunque el Aeropuerto de Goma básicamente cayó en desuso, los lugareños han utilizado los restos de rocas volcánicas (con las que muchos construyeron sus casas) y los aviones abandonados que salpican el lugar.

«Mientras estuve ahí, vi niños que entraban y salían de los aviones, recogiendo partes y hurgando los motores para llevarse los cables. Mi técnico, Horeb, dijo que luego vendían estos materiales en la calle para ser utilizados en otros productos. Un trozo de acero puede servir para una estufa, y los cables podrían utilizarse en otros aparatos eléctricos. Ahí, todo se recicla, de alguna manera».

Incluso los adultos usan su imaginación

Aparte de cumplir con una función utilitaria, el Aeropuerto de Goma ha sido un tipo de Isla de Fantasía para los lugareños… los invita a soñar en grande, incluso si no cuentan con los medios suficientes.

Horeb recordó a un amigo que siempre había querido ser piloto.

«Sus padres eran demasiado pobres y todas las escuelas eran costosas, así que no pudo aferrarse a ese sueño», le dijo Horeb a Brown.

Cuando el monte Nyirangongo hizo erupción, el amigo de Horeb fue uno de los cien lugareños que se apresuraron a mover los aviones antes de que fueran devorados por la inminente lava. Sin combustible, alimentos y pasajeros, fue fácil mover la nave…

Foto: Michael Christopher Brown/Magnum Photos/Cortesía

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