El proceso de inventar algo rara vez es un camino de rosas. No solamente están los desafíos técnicos que hay que superar y que suponen una prueba al ingenio, sino que asuntos tan mundanos como las patentes, las inversiones o la comercialización se pueden convertir en un dolor de cabeza para el creador, alejando la llegada de su idea a las manos de la gente que podría beneficiarse de ella.
Pero en otras ocasiones los obstáculos mucho más tangibles y de tal magnitud que los inventores se dejan por el camino su propia vida. En algunos casos sufrieron desafortunados accidentes, mientras que en otros la temeridad les jugó una mala pasada. Muchos de ellos están relacionados con la búsqueda de nuevas formas de transporte, y con razón: lanzarse desde las alturas o desplazarse a gran velocidad son experiencias fascinantes pero aún peligrosas hoy en día.
Otto Lilienthal, en busca del vuelo sin motor
La relación entre el hombre y su sueño de volar es la responsable de muchas de las muertes de inventores que se han producido en la historia. Es lógico: la idea es tentadora, pero vencer a la gravedad no es fácil y las consecuencias de intentarlo pueden ser catastróficas.
Otto Lilienthal lo vivió en propia piel. Este ingeniero civil alemán trabajó durante años junto a su hermano para diseñar un sistema de vuelo unipersonal sin motor. Construyó cerca de Berlín una pequeña colina que empleaba para lanzarse en sus pruebas y realizó más de 2.000 vuelos cortos con sus prototipos, gracias a los que…