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Aeropuertos, hoy, columna de Tamara Avetikian

No es temor, ni menos pánico, pero hay esa sensación de preocupación e inquietud en Europa después de los ataques de París que se siente en el ambiente. La gente está alerta, no lo demuestra abiertamente, pero aflora en cualquier conversación, se trate de un posible viaje o de un paseo escolar. Cortes inesperados del metro en Roma, paquetes sospechosos en algun aeropuerto de Londres o revisiones exhaustivas en el de Madrid.

Los controles de seguridad en los aeropuertos son más rigurosos y los franceses quieren normas aún más estrictas para evitar el movimiento de sospechosos de terrorismo.

En Barajas, por altavoces avisan que «por razones de seguridad los pasajeros deben estar una hora y media antes del vuelo en su puerta de embarque». ¡Una hora y media! Por suerte, había suficiente tiempo para cambiar de terminal y llegar a la puerta asignada, que no era la de embarque, sino otra, donde los pasajeros de fuera de la UE eran reunidos y trasladados al avión.

En Heathrow nadie puede quejarse del exceso de celo de los policías -con gran amabilidad hacen un verdadero interrogatorio- después de que Cameron reconociera que se desbarataron siete atentados en los últimos seis meses.

El gobierno británico tomó otras medidas polémicas, como que los agentes del SAS tienen orden de disparar a matar a cualquiera que tome rehenes; nada de diálogo. Se concluyó que en estas situaciones los terroristas no tienen voluntad de negociar.

Es comprensible la seguridad extrema -aunque creó polémica con sectores que consideran que se vulneran los derechos civiles, y que el «gran hermano» ya está aquí-, y también la urgencia de Francia por evitar nuevas situaciones como las vividas, y coordinar los esfuerzos policiales europeos. Los ataques develaron la mala calidad de la inteligencia y el casi nulo intercambio de información entre las policías y los organismos de seguridad de los países de la UE.

Francia se quejó de que los terroristas prepararon los atentados en Bélgica, que desde ahí salieron los autos con los explosivos y las armas que se usaron el viernes 13. El cerebro de los ataques nació y se crió en una localidad belga conocida por el activismo islámico, y fue y volvió de Siria más de una vez en los últimos años, a pesar de estar fichado como sospechoso…

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