Un archipiélago de arenas blancas, aguas turquesas y aves exóticas logró que las grandes cadenas hoteleras compitan por proteger sus increíbles reservas. La BBC estuvo allí para descubrir el secreto.
En una isla remota en el Océano Índico, un hombre con peluca de mujer lleva horas escondido entre arbustos.
Armado con un rifle de aire, planea matar a los tres últimos especímenes de una ave exótica.
Por improbable que parezca, lo que estoy viendo es un proyecto de conservación de vanguardia.
«Normalmente vemos en conflicto a la defensa del medio ambiente y al desarrollo «, me dijo el ministro de turismo de las Islas Seychelles, Didier Dogley.
«Pero aquí somos pioneros en un enfoque totalmente diferente».
De acuerdo al «modelo de Seychelles», como lo llama Dogley, los proyectos turísticos no dañan al medio ambiente sino que lo protegen.
El modelo parece un poco inverosímil. Los turistas pueden dejar una huella pesada en ecosistemas frágiles como las islas Seychelles.
La idea surgió cuando algunas de las más de cien islas del archipiélago fueron vendidas a compañías privadas, especialmente la Isla Norte, que fue adquirida por la empresa de ecoturismo Wilderness Safaris en 1997.
La compañía ya era considerada amigable con el medio ambiente por su trabajo en África, donde usa fondos recaudados con safaris para financiar proyectos de conservación.
Cuando Wilderness compró la Isla Norte ésta estaba en serios problemas.
Una plantación de palmeras de coco había sido abandonada y las ratas habían acabado con las poblaciones de aves que habían nidificado en la isla durante siglos, como la pardela del Pacífico (Ardenna pacifica) y el rabijunco común (Phaethon lepturus).
La isla había albergado en el pasado cientos de tortugas gigantes, pero sólo quedaban tres. Y las especies invasivas de fauna y flora estaban sofocado a las nativas.
Wilderness Safaris decidió restaurar la ecología de la isla y pagar por ese trabajo con el dinero de turistas superricos.
Fue un plan audaz: construir once villas exclusivas, que pueden alquilarse a un costo de miles de dólares por día, ocultas a lo largo de playas de arena blanca entre palmeras de coco y árboles de Takamaka, una especie tropical nativa (Calophyllum inophyllum).
La compañía tenía la esperanza de que los superricos se sintieran atraídos por una combinación única: lujo, privacidad total y la satisfacción de hacer algo positivo por el planeta.
Se rumorea localmente que George Glooney y su esposa Amal estuvieron en una de las villas, al igual que David y Victoria Beckham. Y se sabe que el Príncipe William y su esposa Kate Middleton pasaron en la Isla Norte su luna del miel.
«En lugar de construir un hotel y traer especies exóticas, los inversores en la Isla Norte hacen todo lo contrario», afirmó Dogley.
«Ellos retiran las especies exóticas invasivas y reintroducen especies nativas, algo que atrae a los turistas. Es un modelo increíble»…