«La teoría de que comprar vuelos de última hora sale más barato no es cierta», afirma Neus Soler, profesora de los Estudios de Economía y Empresa de la UOC. Comprar en el último momento hace que el precio sea de media un 31,2 % más caro. De hecho, según un estudio, el mejor momento para reservar un vuelo es a siete semanas vista, cuando el precio del billete es de media un 9,7 % más barato. Expertos de la UOC en informática, estrategias de marketing y derecho del consumidor analizan cómo volar más por menos y no dejarnos perder el vuelo.
«Cuando faltan siete semanas todavía quedan muchas plazas en el avión; a la compañía le interesa llenarlo y, por lo tanto, son más flexibles a la hora de ofrecer descuentos», explica Soler. Hay que tener presente que este mercado se rige por mayores descuentos cuando hay menos actividad, y, por lo tanto, «un mayor volumen de demanda conduce a precios más altos». Por esta regla de tres, los meses de enero, febrero y noviembre son los más baratos para volar, y julio y agosto, los más caros. «El público en general tiene más disponibilidad para viajar y las compañías lo aprovechan».
¿Cómo y cuándo comprar?
«Comprar vuelos entre semana sale más barato que hacerlo durante el fin de semana», explica Soler, precisamente porque en los días no laborables la gente dispone de más tiempo para buscar vuelos, esto hace que aumente la demanda y que suba el precio. «Las compañías pueden utilizar sistemas informáticos que detecten el crecimiento del interés por una búsqueda o un destino y aumentan los precios en función de este incremento», explica Carles Garrigues, profesor de los Estudios de Informática, Multimedia y Telecomunicación de la UOC.
El web Skyscanner propone comprar los vuelos de ida y vuelta por separado, afirman que de este modo sale más barato. Soler puntualiza la idea: «generalmente sale más económico comprarlos juntos, porque la aerolínea se asegura los dos trayectos y lo premia». Aun así, afirma que a veces puede salir más barato comprarlos por separado. Por ejemplo, «si uno de los dos trayectos es un vuelo con baja ocupación porque se vuela en horas intempestivas o bien porque los vuelos de un trayecto no admiten cambios o anulaciones», afirma Soler.
Hay que tener presente que «frases como «¡Solo quedan 3 plazas libres!» o «Hay 10 usuarios buscando precios» son estrategias comerciales para crear una sensación de carencia y poca disponibilidad y presionar al usuario hacia la compra compulsiva», explica Soler. «Es una estrategia de marketing para influir en la decisión de compra, para crear una urgencia». La experta alerta a los compradores: «estas informaciones no tienen por qué ser reales». Según Mariló Gramunt, experta en derecho del consumidor de la UOC, «no es una práctica ilegal, ya que no introduce ningún engaño en la publicidad que se hace del producto; sólo se limita a ser una estrategia de presión sobre los potenciales compradores, pero no es ilícita».
Aun así, encontrar chollos en internet todavía es posible. Las conocidas como «tarifas error» son errores humanos o informáticos en la publicación de billetes o paquetes de viaje que ofrecen ofertas muy por debajo de los precios de mercado. Errores como no incluir el recargo de combustible u olvidar un cero en la publicación del precio, por ejemplo. Si el usuario es rápido y hace el pago, en principio «el precio publicado es exigible», afirma Gramunt. Sin embargo, alerta de que «si es muy evidente que se trata de un error, la buena fe que debe presidir los contratos por ambas partes hace que la empresa tenga derecho a rectificar».
Abusos más comunes
Algunos de los abusos más conocidos son los de los «precios hiperactivos», aquellos que a medida que van consultándose van subiendo. Según FACUA, este es uno de los quince abusos más recurrentes en las compras de vuelos. Después de comparar entre varias ofertas, el comprador vuelve a la página donde ha encontrado la mejor oferta y se da cuenta de que el precio ha subido. La respuesta la tiene la informática: «en el ámbito tecnológico es posible implementar sistemas que hagan variar el precio en función de la demanda general o, incluso, del interés mostrado por un usuario concreto». Estos sistemas pueden basarse en «las galletas o las IP para hacer el seguimiento de la actividad de un usuario en un web», explica Garrigues.
Mediante el conocimiento de nuestro comportamiento en el web se puede averiguar «cuándo hemos accedido a su servicio o qué productos hemos consultado, y todo esto sin necesidad de habernos registrado o de haber dado ningún tipo de información». Los precios se modifican «a razón de nuestro interés», explica Soler. Para intentar evitar este tipo de «inflación en línea», Garrigues explica que «pueden eliminarse las galletas, utilizar dos navegadores diferentes o usar varios dispositivos para navegar con IP diferentes…