A 80 kilómetros de Medellín, en el corazón del departamento de Antioquia, Guatapé es el pueblo más colorido de Colombia, y sus paredes y monumentos cuentas decenas de historias.
Historias de gente común, de sus habitantes de ahora y de antes. Porque lo que hace famoso al pueblo en todo el país son sus zócalos, coloridos diseños que, en la parte baja de las paredes de casas y edificios, relatan historias de familias y de la comunidad.
Se dice que fue don José María Parra Jiménez, allá por 1919, quien comenzó la tradición de los zócalos artísticos, retratando –en relieves de cemento– escenas cotidianas en el zaguán de su casa. De allí el arte pasó a la calle, de la calle a la plaza, y fue creciendo y sofisticándose, para convertirse en todo un orgullo paisa (como se llama a los antioqueños en Colombia).
Desde simples motivos geométricos a diseños de flores y animales, o figuras de carpinteros, arrieros, silleteros. Obreros cargando arena en un camión, campesinos trabajando la tierra; un zapatero en plena tarea, un pastor llevando su rebaño de ovejas o una familia llegando al pueblo a pasar unos días de fiesta; todos tienen su sitio en los zócalos de Guatapé. Algunos son emotivos, otros más informativos; otros, en tono gracioso…