Calzarse unas raquetas es conectarse con los pueblos nórdicos, los esquimales, los siberianos que pasan parte de sus vidas andando sobre la nieve. Nos ponemos las raquetas y andamos por la Reserva Natural Cerro Alarkén, que ha recibido un alto “edredón” de nieve perfecta.
La guía que nos conduce nos habla de las “barbas de viejo” y los “farolitos chinos” que vemos en las lengas y los coihues, puntualizando que sólo crecen donde el aire es puro. Estamos en la altura, y vamos a un punto desde el que se observa, lejos allí abajo, abrazando el mar, Ushuaia.
Vamos girando y vemos las cadenas montañosas del Martial y Vinciguerra, un glaciar, el cerro Cortés, los montes Olivia y Cinco Hermanos y un valle que se angosta huyendo hacia el norte. Y vemos un sol viejo, blanco, dejándose caer sin fuerzas, poniéndose a las cuatro de la tarde entre unas nubes que revuelven los últimos vientos del continente, aquí, en Tierra del Fuego. Entre las copas de los árboles el cielo va tornándose celeste y rosa.
El invierno en Ushuaia acompaña con nieve y sin viento. Hay esquí, juegos en la nieve; un viaje mágico en el Tren del Fin del Mundo y el Parque Nacional Tierra del Fuego; navegaciones por el Canal Beagle y paseos en trineos tirados por huskies, aventuras en 4×4, historia -como la del Museo Marítimo y del Presidio- y una gastronomía que da lugar a los sabores locales como la centolla, la merluza negra y el cordero patagónico.
Descendemos de esta suerte de mirador dentro de esta reserva natural. A quí está el hotel Arakur, que desde la cima del cerro Alarkén domina el territorio con su alma de castillo, hecho de piedra gris y maderas gigantes y un techo del verde maduro del óxido del cobre. Y hacia allí volvemos luego de la caminata, sintiéndolo nuestro refugio en el fin del mundo.
Esquí para rato
A 26 kilómetros de Ushuaia, el centro de esquí del Cerro Castor aún no cumplió 20 años. No solamente es formidable esquiar en la naturaleza del extremo sur (son las pistas más australes del planeta), sino que resulta delicioso no tener que esperar, especialmente en los medios de elevación. Por su juventud es dinámico y cuidado, con todas las ventajas de no tener una concurrencia masiva. Es más, para esta temporada 2018, se renovó el sistema de pases y molinetes para agilizar el ingreso. Y los pases se pueden comprar online.
En el cerro hay 28 pistas, cinco telesillas y tres telesquíes. Casi el 30 por ciento de las pistas están cubiertas por un sistema de cañones para nieve artificial, que refuerza la ventaja natural para conservar la calidad de la nieve, con las pistas en la ladera sur de la montaña, guarecida del los rayos del sol. Así, la temporada se alarga hasta principios de octubre.
El spring break de septiembre parece hecho a la medida del Cerro Castor. Los precios bajan porque es temporada media, la nieve es la misma de la de temporada alta, hay más tiempo de luz y así se prolonga el funcionamiento de los medios de elevación. Y hay menos gente que en las vacaciones de invierno.
Como en otros centros de esquí de Argentina, Cerro Castor tiene una Escuela de Esquí que incluye Guardería (de los 3 meses a los 3 años), Jardín de Nieve (de 3 a 6 años) y la Escuelita (de 7 a 14 años). Para adultos hay clases particulares, con instructores que pueden acompañar toda la semana, el día o se contratan por hora, además de las clases colectivas.
Los esquiadores no se pierden La Brecha, pista intermedia que atraviesa un peñón, con una vista impactante a las montañas nevadas. Por otra parte, dicen los que saben que “no se ha esquiado en el Cerro Castor si no se hace la pista El Cóndor”, que se alarga desde la cumbre hasta la base. La pista Castores está muy bien para principiantes, para los que se dispone también del sector de magic carpets, algunas en túnel.
La novedad de esta temporada es la pista de patinaje en la base. Hasta el año pasado era una lagunita natural, pero ahora está perimetrada y con un sistema de refrigeración que mantiene el hielo, ideal para los que buscan alternativas al esquí tradicional.
También iniciaron la “Experiencia nocturna” para descubrir la montaña de noche a bordo de un vehículo oruga Kassbohrer Pisten Bully 300 con cena en el Viejo Castor. Los expertos con equipo propio podrán sumar la experiencia de esquiar con guía de profesional.
Faltan dos horas para que aclare. En el cielo negro, las estrellas titilan tan afiladas como brillos de un metal. El frío es despótico, pero salimos del hotel bien abrigados y con el espíritu ansioso como un guerrero que arde de impaciencia por ir a la batalla. Estamos por cruzar la Cordillera de los Andes e internarnos en la Ruta Nacional 3 con una 4×4 en una aventura que convertirá la isla congelada en un parque de nieve.
Al volante va un baquiano que maneja con igual destreza el vehículo, el terreno, el ánimo del grupo y la información sobre todo lo que vamos viendo. Explica que “aquí la Cordillera de los Andes divide el Norte y el Sur porque luego de hundirse en el Estrecho de Magallanes, emerge haciendo una colita hacia el Este, y Ushuaia es la única ciudad argentina que está del otro lado de la Cordillera”. Entramos en lugares recónditos del bosque salvaje y blanco, y él llama por su nombre a cada árbol, cada montaña, cada arroyo, cada ave. Conoce la isla de Tierra del Fuego con pasión.
Pasamos por una parte del bosque que parece -a primera vista- igual a cualquier otra, pero nos hace notar, detalle por detalle, que es diferente. Entonces advierte que estamos en un territorio de castores que -introducidos en la naturaleza, con reproducción descontrolada y sin predador que los controle- se están adueñando del paisaje fueguino.
El guía pilotea el Land Rover Defenders 4×4 como si nos deslizáramos sobre el mar. Una hora más tarde llegamos a la costa del lago Fagnano. El sol, que había salido poco antes, ya empieza a ponerse, el viento es titánico y castiga las aguas negras. Sentimos que somos los descubridores de ese lugar eterno, extremo planetario de una virginidad gélida e imposiblemente bella.
Nos internamos por un sendero del bosque. Caminamos sobre la nieve entre lengas hasta un refugio. El calor de la salamandra y un plato humeante parecen llegar en el momento justo. El bosque helado, del otro lado de la ventana, y las historias que cuenta el guía se conjugan para crear un momento perfecto…