Además de playas cristalinas, un mar de siete colores y comunidades afrodescendientes que tienen tradiciones centenarias, este archipiélago del caribe colombiano tiene algo más. Al igual que en otros destinos turísticos, en estas islas, las normas son necesarias para la preservación del medio ambiente y la cultura.
Las islas de San Andrés, Providencia y Santa Catalina, aparte de representar un tesoro histórico y cultural del país, también son un destino internacional que abre las puertas cada año a miles de extranjeros de todas partes del mundo. En 2017 ingresaron a las islas 998.763 visitantes. En lo que va corrido de 2018 la cifra promete ser mayor.
Aunque se encuentren ubicadas a tan solo 775 km al noroeste de Colombia continental, es realmente poco lo que se conoce sobre este lugar. Es por eso, que muchos visitantes al no indagar previamente sobre su cultura, gente, lugares y reglas, se han llevado más de una sorpresa.
La primera de ellas, que ha llegado a considerarse “absurda” para algunos turistas colombianos, es el hecho de pagar una tarjeta de turismo al ingresar al archipiélago. Según la gobernación de San Andrés, parte de este dinero se utiliza para inversión de infraestructura pública turística. Actualmente, el monto a cancelar por persona es de $109.000 pesos.
Hay una comunidad nativa con una idiosincrasia, lengua y orígenes diferentes al resto del país
Para nadie es un secreto que en este territorio la cultura puede ser muy diversa debido a la sobrepoblación. Dicho fenómeno ha cargado consigo elementos de la cultura costeña (cartagenera y barranquillera), hasta el punto de invadir en gran medida las tradiciones nativas. Sin embargo, los raizales valoran mucho el interés de los visitantes por conocer y respetar todo lo relacionado con las tradiciones de la comunidad.
La lengua nativa surgió como producto del ejercicio cultural de sus ancestros europeos y africanos. No se llama patuá ni papiamento. El nombre real de este particular dialecto es “creole”. Se enseña entre la comunidad y las escuelas bilingües. No posee una gramática registrada y, con el tiempo, algunas palabras han cambiado. Aunque el creole sea el sello que caracteriza a los raizales, les toca competir con el inglés oficial y el español continental, que también se hablan en el archipiélago. Aún así, a los visitantes les genera mayor curiosidad escuchar a los nativos hablar su lengua y, rara vez, pierden la oportunidad de aprender algunas palabras.
El Departamento Archipiélago fue declarado por la UNESCO como Reserva de Biosfera Seaflower el 10 de noviembre de 2000. Coralina es la entidad pública encargada de ejercer control y vigilancia sobre los ecosistemas marinos y terrestres de las islas, incluyendo los islotes. Es tanto el interés por mantener la armonía y tranquilidad para los visitantes, que está prohibido poner música en algunas zonas con el fin de preservar la conexión con la naturaleza. Cualquier intento por contaminar el mar, dañar monumentos y sitios turísticos o, en algunos casos, denigrar a los nativos con comentarios racistas, es razón suficiente para ser expulsado de las islas por las autoridades…