Funciona igual que cualquier otro aeropuerto frecuentado del mundo. Empleados aguardan en los puntos de información, el suelo brilla, los efectivos de seguridad están preparados para cualquier inconveniente. Atentos a un imponderable que en el Mattala Rajapaksa no ocurrirá jamás porque allí no circula gente. Funciona como un aeropuerto, a excepción de que no tiene pasajeros.
Su breve historia se remonta a marzo de 2013. En sus comienzos llegó a recibir siete vuelos diarios; poco para cualquier aeropuerto internacional, muchísimo para el Mattala Rajapaksa. Buscaban descongestionar el por demás convulsionado aeropuerto de Colombo, la capital de Sri Lanka y potenciar el turismo en otras provincias. El objetivo: convertir a Hambantota, a 40 minutos de allí, en un punto de referencia srilanqués…