La crisis económica que dejó a Nicaragua en recesión desde finales de septiembre del año pasado, tiene entre sus víctimas principales al sector turístico, que ha visto cómo varias decenas de miles de turistas dejaban de llegar al país, lo que se tradujo en una reducción de 36.2% en el número de vuelos que aterrizan en nuestros aeropuertos.
“Antes del 18 de abril, llegaban 221 vuelos semanales al país. En este momento son 141 vuelos, lo que merma las posibilidades de salida y entrada directa, y complica la conectividad aérea”, que es una de las claves del transporte aéreo, explica Carlos Schütze, vicepresidente de la Cámara Nacional de Turismo (Canatur).
Además de esa limitación en la disponibilidad de opciones, los pasajeros volando desde o hacia Nicaragua, también tienen que sufrir la penalidad de cubrir tarifas significativamente superiores a las que se pagan por volar a otros destinos.
Esos precios, que pueden ser hasta 58% más caros por kilómetro de vuelo, han motivado a algunos viajeros a tomar un bus de transporte internacional que los lleve hasta San José (Costa Rica), para abordar un avión que los lleve a destinos principalmente fuera del continente, lo que representa un gran ahorro de dinero, comparado con la opción de volar partiendo desde Managua.
“Tengo un pasajero que acaba de hacer eso: se fue en bus a Costa Rica, y de ahí voló hacia Europa”, reveló Schütze, que también es presidente de la Asociación de Agencias de Viajes y Turismo (Anavyt).
Para entender ese aparente sinsentido, hay que saber que Costa Rica tiene mayor volumen de pasajeros, lo que abarata sus precios, pero también, que la tasa de 15% de impuesto al valor agregado con que se carga el costo de un boleto aéreo en Nicaragua, hace que a la industria local le resulte aún más difícil competir, en especial cuando, en otros países, la tasa puede ser 7%, 6% y hasta cero.
Disminución dificulta conexiones
La disminución en la frecuencia de vuelos representa una dificultad adicional para los pasajeros que requieren hacer conexiones para llegar a su destino. Antes del inicio de la crisis, American Airlines tenía tres vuelos diarios, lo que facilitaba elegir el horario más conveniente para llegar a cualquiera de sus ‘hubs’ para abordar el siguiente avión.
Hoy, es necesario llegar a un aeropuerto con muchas horas de anticipación, para esperar el siguiente vuelo que lo lleve al lugar de destino. Schütze menciona que “si venís de Madrid, hay que dormir en Miami”, a la espera de un vuelo que te traiga hasta Managua.
“Si se complica venir al país, somos menos accesibles”, explica, lo que se ha traducido en una disminución de 40% en el número de pasajeros, así como el cese de los vuelos de Volaris al país, aunque ya antes se habían ido VECA y Nature Air.
Una fuente del sector, que conoce cómo operan las líneas aéreas, explicó a CONFIDENCIAL que, al disminuir la cantidad de frecuencias, las aerolíneas consiguieron atender el menguante mercado nicaragüense, con una menor cantidad de aviones, lo que eleva sus porcentajes de ocupación.
El detalle no es baladí, porque cada vuelo implica un alto costo por el consumo de combustible y otros gastos asociados, explica la fuente, que no descarta que “algunas líneas estén reestructurando sus rutas”, para lograr mayores niveles de eficiencia, que justifiquen seguir volando hacia y desde Nicaragua.
En un eco inesperado de una tormenta lejana, la crisis que obligó a dejar en tierra a la novísima dotación de aviones B737 Max, hasta que no se dilucide qué fue lo que generó dos accidentes mortales de esa flota, llevó a algunas aerolíneas a sacar aviones que volaban hacia Nicaragua, para cubrir con ellos otras rutas que les son mucho más rentables.
El resultado a escala local es el despido de personal, lo que golpeó más a los empleados de dos aerolíneas que redujeron al mínimo sus frecuencias de vuelo hacia Managua, básicamente para mantener la ruta…