Las últimas semanas han hecho noticia todos los estragos que han provocado en el hemisferio norte las intensas tormentas, las cuales además de afectar directamente el funcionamiento de ciudades y pueblos, ha sido un verdadero dolor de cabeza para las autoridades aeronáuticas, causando retrasos, desvíos e incluso la paralización de más de un aeropuerto. Es así como quisiéramos dar a conocer el cómo estos fenómenos influyen en el correcto funcionamiento de las aeronaves, además de las medidas con las cuales la Industria Aérea Internacional combate este cada vez más frecuente problema.
Hay que considerar que las tormentas fuertes pueden ser consideradas dentro de las peores pesadillas para un piloto, siendo la causa principal de retrasos, ya que obligan a los aviones a hacer grandes vueltas a su alrededor e impiden despegar y/o aterrizar de forma segura.
Es así como al pensar en una Tormenta uno inmediatamente se imagina enormes nubes de las que nacen rayos y truenos, pero no es muy conocido el cómo afectan éstos fenómenos al interactuar, en pleno vuelo, con la estructura de una aeronave.
Técnicamente, los rayos no son exactamente peligrosos para los aviones, de hecho cuando un rayo cae directamente encima del avión no penetra dentro del mismo, evitando de esta manera afectar a sistemas vitales como los motores o los tanques de combustible. Las cargas eléctricas, en este tipo de escenarios, simplemente recorren la superficie de la aeronave y salen por las antenas de las alas o por la cola del avión, sin causar daños, efecto que es denominado por la ciencia como "Jaula de Faraday", efecto que básicamente aísla la estructura externa de la interna ante algún golpe eléctrico.
Otro fenómeno que ha sido visto en los medios de comunicación durante las últimas semanas es el hielo, la nieve y el granizo que se acumulan en diversas superficies de las aeronaves.
La nieve y el granizo en grandes cantidades asociado a tormentas extremas pueden dañar gravemente los aviones, especialmente los parabrisas y parte de las turbinas de los motores de reacción. El motivo principal de estas complicaciones es que los aviones han sido diseñados con formas exteriores muy precisas, con el fin de lograr las fuerzas aerodinámicas adecuadas para la sustentación y el control, por lo que la nieve y el hielo se transforman en enemigos muy peligrosos, teniendo en cuenta que con una capa de hielo arriba el comportamiento aerodinámico del avión pasaría a ser totalmente diferente.
Esta formación o acumulación de éete tipo de elementos suele producirse en áreas concretas del avión (sobre todo en zonas convexas, como el borde de ataque de los planos, el carenado de la entrada de aire al motor en incluso en los álabes del mismo) alterando el flujo del aire en esas zonas y por consiguiente afectando a las performances de la aeronave.
Ante esto, los fabricantes han desarrollado avanzados sistemas que alertan o hasta cierto punto evitan que el hielo afecte el funcionamiento de los sistemas tanto en vuelo como en tierra.
En vuelo las aeronaves cuentan con sensores que dan aviso de este tipo de fenómenos, los cuales brindan información de importancia para que el piloto pueda activar sistemas anti congelamiento, los cuales evitan en gran medida el exceso de acumulación de hielo en las superficies de la aeronave.
Pese a esto, la prevención es una variable considerable ante pronósticos climáticos adversos. Es así como una vez en tierra y previo a un vuelo en este tipo de condiciones, el avión es llevado a una zona especial y mediante una manguera de incendios se les rocía con una sustancia anticongelante llamada Glicol mezclado con agua a 80 grados, gracias a las cuales se forma una verdadera película sobre la superficie de la nave, la cual impide la adhesión de elementos extraños sobre la estructura.
No podemos dejar de mencionar otro fenómeno como los vientos, los cuales pueden ser ascendentes o descendentes, presentándose en ocasiones de forma extrema y repentina, causando violentos movimientos denominados turbulencias. Estas turbulencias hacen bastante complicado poder controlar el avión, colocando a prueba tanto la experiencia del piloto, como la capacidad tecnológica del avión.
También al aterrizar las tormentas pueden provocar cambios repentinos en la dirección y la fuerza del viento, desviando su trayectoria y generando problemas que han causado más de algún accidente.
De esta forma y ante cualquiera de estos casos, estos inconvenientes siguen siendo objeto de estudio por parte de autoridades aeronáuticas, centros de investigación y empresas del área, todo esto con el fin de proteger mejor las operaciones y evitar así los peligros propios de las inclemencias climáticas.