Cuando alguien oye hablar de Roland Garros, la primera imagen que le viene a la cabeza es el prestigioso torneo de Grand Slam que se juega cada año en París sobre tierra batida. Alguno, incluso, lo visualiza con Rafa Nadal mordiendo la Copa de Mosqueteros que se ha llevado en once ocasiones. Es casi imposible separarlos. Sorprende que sea el único major personificado, algo que no sucede en los demás (Wimbledon, US Open y Open de Australia), aunque la sorpresa alcanza otra dimensión cuando se descubre que el protagonista de la historia no dejó de ser un tenista amateur.
Poco podría imaginarse Eugène Adrien Roland Georges Garros (1888-1918) que su pasión por el mundo de la aviación le abriría las puertas a llevar el nombre de uno de los estadios más emblemáticos de un deporte que amaba y practicaba, como también el ciclismo. Pero para llegar al fondo del asunto es necesario conocer la figura de este aviador y piloto de combate nacido en la isla francesa Reunión, situada al sudeste de África.
En 1913
Garros fue el primero en cruzar el Mediterráneo en avión en menos de seis horas
De mirada penetrante y con el mostacho característico de esos tiempos, Garros era un hombre intrépido al que desde muy joven quedó fascinado por ese nuevo fenómeno que desde hacía décadas intentaba ocupar los cielos con planeadores y aeronaves. Tanta era su destreza por el aire que en 1913 logró la proeza de ser el primer piloto en cruzar el Mediterráneo (de la localidad francesa Fréjus a la tunecina Bizerta) en menos de seis horas. Dos años antes, se había apuntado el récord de altitud (3.950 metros). Asimismo, era habitual verle competir en las primeras carreras aéreas de la época, como la que realizó entre París y Madrid en 1911.
Popular entre la población francesa, en 1914 no dudó en enrolarse voluntariamente en las fuerzas aéreas cuando estalló la Primera Guerra Mundial. De la mano del ingeniero Raymond Saulnier, contribuyó en el desarrollo de un sistema de sincronización que permitía ametrallar a través de las hélices. Una técnica que cuando fue capturado en abril de 1915 al sufrir un accidente en territorio enemigo inspiró al también ingeniero Anthony Fokker para perfeccionar los aviones de caza de la Triple Alianza, que les dieron victorias importante durante varios meses. Garros intentó no dejar rastros de la máquina antes de ser apresado, aunque sin éxito.
Estuvo tres años en un campo de Magdeburgo (Alemania) hasta que en febrero de 1918 pudo escapar con Anselme Marchal, otro piloto encarcelado. Consiguieron engañar a los guardias para apoderarse de dos uniformes del otro bando. Luego, se hicieron pasar por soldados alemanes para escapar. Como si de una película se tratara. Necesitaron un tiempo antes de conseguir salir del país, pasando por los Países Bajos y Londres antes de regresar a París como auténticos héroes.
Aparentemente sin traumas de por medio, Roland Garros reemprendió la lucha hasta que meses después, y poco antes de finalizar la guerra, fue abatido por un Fokker D VII de las tropas enemigas en las Ardenas, cerca de Vouziers, al norte de Francia. No había cumplido los 30 años. Posteriormente, el estado francés lo condecoró post mortem como oficial de la Legión de Honor y con la distinción Mourt pour la France.
En 1928
Combatiente destacado francés, un exjugador de rugby propuso homenajearle dando nombre al nuevo estadio que se construiría para albergar la final de la Copa Davis..