El lunes se presentará el plan nacional de infraestructura"¦ por fin. Los constructores lo esperan con una ansiedad que está más que justificada.
En vez de 4 o 5% de crecimiento que se proyectaba para la industria de la construcción en el 2013, se encuentran con un escenario deprimente. El sector cayó 2.3% en el primer trimestre, donde se incluye el descalabro de 5.2% registrado en marzo. Ésta fue la caída mensual más fuerte desde el 2009, cuando la economía mexicana se contrajo 7 por ciento.
La industria de la construcción había crecido un poco más que la economía en la segunda mitad del sexenio de Felipe Calderón. Los analistas y la gente del sector confiaban en que el crecimiento se aceleraría en este sexenio. Sus expectativas tenían fundamento. En primer lugar, porque casi 30% de los compromisos de Enrique Peña Nieto tiene que ver con proyectos de infraestructura. En segundo lugar, porque México ya cuenta con una ley de asociaciones público-privadas (APPs), que fue diseñada para detonar la inversión en infraestructura, y en tercer lugar, porque hay un reconocimiento general de que el equipo de la SCT es competente.
Gerardo Ruiz Esparza encabezó los trabajos del Estado de México en infraestructura durante el gobierno de Enrique Peña Nieto. Ahà se ganó una reputación como eficaz instrumentador de proyectos. El subsecretario Raúl Murrieta Cummings, a cargo del programa de infraestructura, viene también de ese gobierno. Allí se desempeñó como Secretario de Finanzas desde el 2009, en sustitución de Luis Videgaray. Es un financiero que ya tiene experiencia en la operación de proyectos de asociación público-privados.
Muchos esperan que el lunes haya un anuncio espectacular. Se especula que podría tratarse del nuevo proyecto aeroportuario para la ciudad de México, que estaría ubicado en Texcoco, Edomex. Una obra que debió haber comenzado hace más de 11 años y que ahora requiere una inversión aproximada a 40,000 millones de pesos.
La presentación del plan de infraestructura deberá ser mucho más que un acto protocolar adornado con una cereza, aunque ésta sea de tamaño espectacular.
La infraestructura es, literal y metafóricamente, el camino que puede conducir a México a una nueva fase de desarrollo. Además, puede ser un activador de la economía en un contexto en el que el PIB registra tasas anémicas de crecimiento. La construcción contribuye directamente con 5% del PIB, aunque tiene relación directa con otros sectores que impactan casi toda la actividad: transporte, comercio, manufactura y servicios financieros, entre otros.
El presidente Peña Nieto ha ido anunciado grandes proyectos desde el día de su toma de posesión. Ha llegado el momento de empezar a definir con lujo de detalle cómo esos proyectos se integran en una visión más amplia de la política pública: ¿cómo se aterrizará el esquema de APPs para impulsar la inversión privada en nuevos esquemas?, ¿qué parámetros se utilizarán para medir los avances del plan para convertir a México en una plataforma logística de clase mundial?, ¿cómo se repartirá el pastel entre empresas mexicanas y extranjeras?, ¿de qué manera se sumará a las pymes?, ¿qué papel tendrá la banca de desarrollo?, ¿cómo se articulará el plan de infraestructura con las grandes reformas del sexenio: fiscal y energética, por ejemplo?
El lunes se presenta el plan nacional de infraestructura"¦ por fin. Esperemos que sea el motor que impulse a la economía en los 11 semestres que le quedan a este sexenio y más allá.