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Douglas Engelbart, inventor del ratón de ordenador, muere a los 88 años

Douglas Engelbart, un informático que inventó el ratón de ordenador y concibió una visión de Internet décadas antes de que otros llevaran esas ideas al mercado de masas, ha muerto a los 88 años.

Su hija mayor, Gerda, dijo por teléfono que su padre murió el martes por un fallo renal.

Engelbart alcanzó el momento cumbre de su carrera relativamente pronto, en una tarde invierno de 1968, cuando impartió una presentación de una hora en la que expuso muchas ideas de amplio alcance, que décadas después sería descritas como «la madre de todas las presentaciones».

Hablando ante una audiencia de 1.000 expertos en tecnología en San Francisco, Engelbart, un científico informático del Instituto de Investigación de Stanford (SRI, por sus siglas en inglés), alardeó de un dispositivo cúbico con dos discos rodantes llamado «indicador de posición X-Y para una pantalla». Fue el bautizo público del ratón de ordenador.

Después Engelbart mostró, en tiempo real, la imagen y la voz de un colega situado a 48 kilómetros de distancia. Fue la primera videoconferencia. Además, explicó una teoría de cómo las páginas con información podrían ser unidas utilizando vínculos de texto, una idea que más tarde sería la base de la arquitectura de la web.

En un tiempo en que la informática estaba en manos sobre todo de investigadores gubernamentales o de aficionados contraculturales, Engelbart nunca buscó ni disfrutó de la explosión de riqueza que más tarde conllevaría el éxito de Silicon Valley. Por ejemplo, nunca recibió ganancias como inventor del ratón, que patentó el SRI y después autorizó a Apple.

En vez del dinero, le movía la creencia en que los ordenadores podrían ser utilizados para aumentar la inteligencia humana. En sus charlas y artículos, describía con entusiasmo una visión de la sociedad en la que grupos de trabajadores altamente productivos pasarían muchas horas al día manipulando información colectivamente en ordenadores compartidos.

«Los escenarios que estamos buscando conllevan una relación de trabajo integrada entre el hombre y la máquina, donde la interacción cercana y continua con un ordenador permite al ser humano un manejo radicalmente diferente de la información y mayores habilidades para interpretarla», escribió en una propuesta de investigación en 1961.

Su trabajo, solía argumentar con convicción, «compite en importancia para la sociedad con las investigaciones sobre el empleo de la energía termonuclear, la exploración del espacio exterior o la cura del cáncer».

Un orgulloso visionario, Engelbart se encontró intelectualmente aislado en varios momentos de su vida. Pero con el paso del tiempo se ha demostrado que acertaba más veces de las que fallaba.

«Ver a internet y a la World Wide Web convertirse en los paradigmas dominantes de la informática es una enorme reivindicación de su visión», dijo Mitch Kapor, fundador de Lotus Development Corporation, en una entrevista el miércoles. «Es casi como Leonardo da Vinci concibiendo el helicóptero cientos de años antes de que se pudiera construir».

En el año 2000, Engelbart ya había ganado galardones prestigiosos como la Medalla Nacional de Tecnología y el Premio Turing. Vivió cómodamente en Atherton, un vecindario arbolado cerca de la Universidad de Stanford.

Pero lidió con el olvido aún cuando empresarios como Steve Jobs y Bill Gates se hicieron famosos multimillonarios llevando a la práctica algunas de sus ideas.

En 2005, dijo a Tom Foremski un periodista de tecnología, que sentía que las dos últimas décadas de su vida habían sido un «fracaso» porque no podía conseguir financiación para su investigación o «entablar una conversación con alguien».

Douglas Carl Engelbart nació el 30 de enero de 1925 en Portland, con un padre técnico de radios que pasaba mucho tiempo ausente y una madre ama de casa.

Entró a estudiar en la Universidad del Estado de Oregon, pero fue reclutado por la Marina y enviado al Pacífico antes de graduarse.

Se puso como objetivo cambiar el mundo como informático después de leer un artículo en 1945 de Vannevar Bush, jefe de la Oficina de Investigación Científica de EEUU, mientras exploraba la biblioteca de la Cruz Roja en un refugio en Filipinas, dijo a un entrevistador años después.

Tras volver a Estados Unidos para terminar su carrera, Engelbart consiguió un puesto como profesor en la Universidad de California, Berkeley, después de que Stanford rechazara contratarle porque sus investigaciones parecían demasiado alejadas de aplicaciones prácticas. No sería la primera vez que sus ideas fueran rechazadas.

Engelbart también trabajó en el Laboratorio Ames y para el precursor de la NASA, el Comité Asesor Nacional para la Aeronáutica. Obtuvo un doctorado en ingeniería eléctrica en Berkeley en 1955.

Consiguió trabajo en el SRI en 1957 y para principios de los 60 Engelbart lideró un equipo que comenzó a investigar seriamente herramientas para la informática interactiva.

Después de volver de una conferencia de gráficos de ordenador en 1961, Engelbart realizó un diseño de lo que sería el ratón informático y encomendó a Bill English, un colega ingeniero, tallar un prototipo de madera. El equipo de Engelbart concibió otros diseños, como un dispositivo que se fijaría debajo de la mesa y se controlaría con la rodilla, pero el ratón ganó la partida.

SRI cedería la licencia del invento por 40.000 dólares a Apple, que lanzaría su primer ratón comercial con el ordenador Lisa en 1983.

Para finales de los 70, el grupo de investigación de Engelbart pasó a depender de una empresa llamada Tymshare. En la últimas décadas de su carrera, Engelbart luchó para conseguir financiación para su trabajo.

«No creo que estuviera satisfecho consigo mismo, en parte porque muchas, muchas cosas que él predijo se hicieron realidad, pero con muchas otras que visionó no ocurrió lo mismo», dijo Kapor, que ayudó a financiar el trabajo de Engelbart en los 90. «Estaba frustrado por su incapacidad de mover el área hacia adelante».

En 1986, Engelbart dijo a entrevistadores de Stanford que su mente siempre había deambulado de una manera que lo dejaba aparte o incluso que lo alienaba.

«Crecer sin un padre, en los años de adolescencia, siempre fui diferente», dijo Engelbart. «Otras personas sabían lo que hacían y tenían buenos guías y tenían suficiente dinero para hacerlo. Yo tenía que apañármelas e intentarlo. Nunca espere, nunca, ser igual que los demás».

Engelbart deja a Karen O"™Leary, su segunda esposa, y a cuatro hijos: Gerda, Diana, Christina y Norman. Su primer mujer, Ballard, murió en 1997.

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