110 años pasaron desde que la francesa Raymonde de Laroche se convirtió en la primera mujer en volar sola en 1909. Durante la Primera Guerra Mundial, como volar era considerado demasiado peligroso para una mujer, sirvió como conductora militar, llevando a oficiales desde la retaguardia hasta el frente de batalla. Así es que a pesar de la importante contribución a la aviación por un gran número de mujeres durante más de un siglo, la industria todavía tiene un largo camino por recorrer en términos de igualdad de género.
A nivel mundial, solo el 5,18% de los pilotos comerciales son mujeres, según el sindicato internacional Air Line Pilots Association. Sin embargo, la International Society of Women Airline Pilots (ISA) ha estimado que solo 4.000 de los 13.0000 pilotos del mundo, o solo el 3%, son mujeres. De acuerdo con las últimas estadísticas de la ISA, las aerolíneas indias emplean la mayor proporción de mujeres piloto (12.4%).
En Argentina, hay 2.000 pilotos varones y 26 mujeres, y Nuria Estebez es una de ellas. La oriunda de la localidad de Hudson, en la Zona Sur del Gran Buenos Aires, comenzó su carrera a los 16 años (la edad permitida para empezar a volar); a los 21 se convirtió en la instructora de vuelo más joven del país y recientemente fue nombrada comandante de aeronave. En su día libre en Buenos Aires, luego de días de entrenamiento en tierra y antes de emprender vuelo, Estebez devela los detalles de su recorrido en la industria aeronáutica.
De chica, aunque sin conocimiento previo ni fanatismo desmesurado, arrastraba a su familia los domingos a Aeroparque a mirar los aviones despegar. Un día vio un Boeing 737-200, le gustó tanto que se imaginó sentada en la cabina. «Papá, yo voy a hacer eso», recuerda que le dijo muy segura a su padre. Cuando volvían a su casa ese domingo su padre le mostró un aeroclub por el que pasaba camino a su trabajo, que nada tenía que ver con la industria aeronáutica.
“No tenía idea de modelos, ni cosas específicas. Me gustaban los aviones pero nunca había tenido contacto con un avión de chica. Hoy promuevo eso, que las nenas puedan tener un avión de juguete. ¿Por qué no se les regala a las chicas un auto o un avión de juguete?”
«Fuimos, pagué un ‘vuelo bautismo’ y me llevaron a volar en un avión pequeño. El piloto me dejó tocar los comandos y cuando lo hice sentí que ese era mi lugar. Me bajé y empecé a averiguar qué tenía que hacer para comenzar la carrera. Me tuve que enmancipar de mis padres porque era menor de la edad, hice el examen psicofísico y arranqué a volar», contó sobre sus comienzos la piloto.
Casi siempre era la única mujer de las clases, y a las que ya estaban en la línea aérea ni siquiera las conocía. Para ella, ser mujer y piloto no era algo visible ni alcanzable. «Fui haciendo camino a medida que me daba cuenta que podía. No tenía referentes, estaba haciendo algo a lo que no sabía si me iba a poder dedicar. Me sentí sola. Teníamos un montón de miedos y dudas, y no sabíamos a dónde acudir ni a quién preguntarle», aseveró Estebez.
Trabajó como instructora de vuelo para pagar sus horas de vuelo. Y aparte de ser instructora volaba para algunos aviones que necesitaban pilotos. «Me presentaba como quien hoy entrega un currículum. Me seleccionaron para hacer un vuelo para el Rally de Córdoba y cuando llegué a una reunión para conocer al equipo con el que iba a trabajar durante un mes, el comandante de esa nave, un avión de mediano porte de dos motores de hélice, le dijo a la persona que nos reclutó: ‘Te pedí un piloto, no una mujer'», recordó.
En su momento no hizo nada. «Yo estaba ahí como mujer y piloto –continuó- y lo que yo tenía que demostrar para quedar en ese puesto laboral ya lo había demostrado. Solo quedaba llevarnos bien, mas allá del género». Y así lo hizo. Sin decir más, Nuria realizó su trabajo. «Nunca nos llevamos bien pero fue una gran experiencia, sobre todo para entender que a veces es necesario poner límites».
Incluso hasta en las cosas más chicas, prefería mantenerse al margen. «Si había una fiesta de fin de año no asistía. Trataba de no llegar a ese momento donde pudiera sentirme incómoda. En esos eventos eran todos hombres, yo no me terminaba de acoplar y prefería evitarlos. Cuando entrás a la línea aérea el camino es otro», explicó…