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El desafío de fomentar el transporte aéreo, por Alfredo Babún, Presidente de ACHILA

La Asociación Chilena de Líneas Aéreas, A.G., Achila, cumplió 20 años en el año 2017. El gremio, que reúne a las líneas aéreas nacionales y extranjeras que operan en el país, se ha erigido como interlocutor válido ante autoridades públicas y entes privados, para plantear las inquietudes, necesidades y puntos de vista de las compañías aéreas.

En tiempos en que el volar dejó de ser de alto costo y se ha masificado, compitiendo incluso con transportes terrestres en rutas domésticas; en que la facilitación digital es ya una realidad, con tickets electrónicos y tarjetas de embarque pre-imprimibles por los propios pasajeros; en que ha irrumpido el modelo low cost, generando mayor dinamismo y competencia, los desafíos para la industria también se han actualizado.

La preocupación más apremiante hoy está en el aeropuerto de Santiago, tanto en lo inmediato como en lo venidero.

En lo inmediato, el foco está en construir el nuevo terminal, más que en administrar los recursos de infraestructura disponibles, que son escasos, que no dan abasto y que han gatillado gravísimos problemas operacionales, como el aumento en el índice de retrasos, una cinta transportadora de equipajes con fallas sistemáticas, buses para trasladar a los pasajeros hacia o desde las aeronaves que no son los apropiados, problemas en la distribución de estacionamientos para las aeronaves, etc. Si bien se han llevado a cabo acciones de mitigación, los próximos 24 meses serán críticos en cuanto a la capacidad de la que dispone el aeropuerto.

En lo venidero, existe una total incertidumbre respecto a si se lograrán suplir las necesidades aeroportuarias. Se supone que en el 2020 deberíamos contar con un aeropuerto amplio y moderno como la principal puerta de entrada a Chile, pero tenemos el temor que una vez más, a poco andar, el aeropuerto vuelva a quedar chico, y que nueva e indefinidamente estemos en un proceso de remodelación.

En general, en materia de concesiones, el Estado insiste en ver al aeropuerto de Santiago como una vaca lechera que permite, a través de las mismas tasas de embarque, financiar el resto de la red aeroportuaria nacional, en una lógica incomprensible. No solo porque las tasas de embarque son una tasa y no un impuesto, sino que porque si queremos convertir a Chile en un polo de atracción turística y de inversiones, lo que se debe hacer es incentivar a más compañías aéreas extranjeras que prefieran a nuestro país por sobre otros de la región, y eso se hace reduciendo los costos aeroportuarios, no aumentándolos.

En este contexto, se ubican las tasas de embarque que hoy los pasajeros deben pagar para vuelos dentro de Chile. A pesar que somos el país con mayor viaje por habitante de Sudamérica, el valor de nuestras tasas de embarque para vuelos domésticos es el más alto de Sudamérica.

Según proyecciones a nivel de industria, si se bajaran las tasas en un 50% por ejemplo, el tráfico aumentaría entre un 10 y un 20%, equivalente a 1,5 millones de pasajeros adicionales. Estimular la demanda y el crecimiento de la industria con precios más bajos para volar dentro y fuera de Chile, trae beneficios directos para el país. Y si bien la una disminución en el impuesto generaría menor recaudación tributaria, esto se compensa con otros beneficios como un aumento en el consumo por demanda de hoteles y otros servicios y más empleos directos e indirectos producto del dinamismo del sector.

Fomentar, fortalecer y facilitar el transporte aéreo, pilar fundamental de la economía nacional, es una urgente necesidad para Chile, particularmente por su posición geográfica. Las compañías aéreas han hecho un enorme y sostenido esfuerzo por proporcionar un servicio de transporte aéreo seguro, económico y de calidad, y eso no ha tenido una contrapartida pública decidida y eficiente. Es el gran desafío que nuestro país tiene pendiente.

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