TURISMO

Brasil: Torres, turismo y diversión

Viajamos toda la noche. Ya casi al mediodía estaba parado al lado de mi valija, mi fiel compañera, pisando suelo brasileño. Nos unía un estrecho diálogo. ¿Cuánto hace que estuvimos aquí? Un año, le respondí. Me gusta este lugar, me respondió. Nos tratan muy bien. Torres. Hotel Guarita Park.

Es un clásico. Es como si fuera mi casa. Qué bien me hacen sentir. Una rápida recorrida. Su pileta, su restaurant, el atractivo Lobby, sus habitaciones con vista a la piscina. Y ese solazo brasileño. Acompañado por todo su personal. Se desviven por atendernos.

Una recorrida por Torres nos permite apreciar como siempre sus maravillosas y amplias playas. Todo muy bien cuidado. Obras que este último año van complementando las necesidades de los turistas. Una recorrida al costado del río Mampituba, que desemboca en el mar, pudimos apreciar infinidad de buenos lugares para comer y disfrutar del paisaje.

Sobre la Avenida Cristovao Colombo muchos de ellos garantizan un buen comer con el "Rodizio de Frutos de mar, el Peixinho frito, marisco a la milanesa y el clásico Camarao". Completan una serie de más de 15 platos. Los morros cercanos a la playa, como el Morro do Farol, con el colorido que dan los parapentes en sus vuelos.

El Festival Internacional de "Balonismo" (Viaje en Globo) la ha convertido en el encuentro más grande de Latinoamérica. En sus playas se practica surf, kitesurf, fly surfing, capoeira, parapente, motocros"¦ Una agenda importante en deportes. También la gran fiesta en las playas celebrando el fin de año y los conocidos carnavales brasileños.

Este y muchos temas tratamos en la conferencia de turismo que realizamos junto a las autoridades de Torres los periodistas de Visión. En el marco del primer evento del año organizado por la Asociación Internacional de Periodistas y Escritores Latinos de Turismo.

Esta ciudad es un paso obligado para llegar a las playas del norte. Cada vez más turistas deciden quedarse programando unos días en ella. Una excelente combinación para visitar Canela y Gramados. Si no lo conoces no te lo podés perder. La Suiza del Trópico. Una maravilla. Solamente a 200 km. Es la oportunidad para conocer algo distinto, un Brasil inimaginable.

La primera noche, su gerente Marcos Silva me anunció que iba haber un show de bienvenida, después de "jantar". Temprano con las primeras sombras, las caipiriñas calentaban los paladares. Terminado nuestro solemne acto de la cena, el espíritu de los periodistas estaba muy festivo. El show estaba organizado con música" tranqui "de un muy buen intérprete. Lo cómico era cómo el espíritu exacerbado de los periodistas quería convertir un tema lento en movido. Un fracaso.

Al día siguiente y conmovido por la falta de diversión, le dediqué unos buenos momentos y revolví en mis archivos digitales. Al llegar a la conferencia me fui directamente a conversar con Hebert Machado y su esposa María Gladys Gil, "Charo", periodistas de Montevideo y autora de todos los despropósitos. Y le dije: Tengo toda la música para esta noche. ¡Organiza! Hoy se prende fuego el Guarita Park Hotel. Reforcé así mi afirmación. Eso sí. Necesito amplificación. ¿No es una broma? ¿Raúl, es cierto? Inquieta ella me preguntaba. Por supuesto. Le respondí. Pero, insistía. ¿Es buena? La duda le carcomía el cerebro ¿Es para mover el esqueleto? Quédate tranquila. Puse en mi tono la mejor voz de convicción. Mi voz de galán le respondió. Es de la mejor. La que usamos en Argentina para los eventos. Fue mi respuesta. Cortante. Ya estaba un poco agrandado.

Durante la cena todos los ojos estaban puestos en mí. A cada rato venía un enviado de la Charo a preguntarme si era cierto que tenía buena música. Todos querían apurarme. Yo los disfrutaba. Los miraba de reojo. Alargaba mis postres. Mi sobremesa se hacía interminable. Un pedacito más de flan, con un toque del postre de chocolate. Todo se sucedía al ritmo que yo le quería dar. Hasta que vino el gerente, el amigo Marcos Silva. Y me dijo: Tengo la amplificación lista, cuando Ud. termine yo mismo la voy a conectar. Esto había llegado a su fin. Sin duda no podía entretenerme más.

Cuando llegué al bar del hotel estaban todos. Algunos intentaban alentarme. Pequeñas pruebas de afecto. Sin duda, nadie confiaba en que tuviera muy buena música. Algunos colegas apostaban a que era una broma más. El gerente estaba ansioso, con los cables en sus manos. Yo apretujaba la "Compu" contra mi pecho, como si fuera un tesoro. Abrí los archivos. Qué lenta me parecía mi computadora, no terminaba nunca de abrir. Todos se miraban en silencio.

La espera se hacía muy larga. Busqué el primer tema. Debía impactar. Dudaba. Todos eran buenos. Mis colegas a mi alrededor semi abrazados como para empezar a bailar. Recorrí con una última mirada la pista, con la sabiduría de un experto. Su lectura me trajo tranquilidad. Estaban todos a punto caramelo. Por fin le puse todas las fichas a un clásico. Clik. La magia de la tecnología inundó el salón. La música explotó. Los periodistas se miraban entre sí, sin poderlo creer. Unos instantes de expectativa. Sus oídos se abrían al máximo para reconocer el tema. El griterío y los aplausos no se hicieron esperar, los cuerpos se empezaron a mover. La fiesta comenzó.

Pasaban las horas y el ánimo no decaía. Más de 500 temas esperaban su turno. A cada rato se acercaba algún colega, no importaba su nacionalidad, me felicitaban. En mi caso, no entraba dentro de mí tanta felicidad. Me parecían instantes ya vividos en mi vida. Escaneaba en mi memoria, buscando y buscando. Rememoraba mis años jóvenes cuando era disk jockey. El recuerdo me agitaba y la adrenalina me subía.

Las caipiras y las cervezinhas cumplían con su rol en la diversión. Muchos se despedían anunciando su fuga a dormir. Pero al rato volvían y retomaban el juego de los movimientos. Esa extraña diversión que es el baile. Cada bailarín expresa con su cuerpo momentos de libertad y expresión. No nos podemos resistir, pones temas que nos traen muchos recuerdos, me decían mientras pasaban a mi lado abrazados y a los saltos. Sus brazos se entrelazaban. Los trencitos se sucedían unos tras otros, al ritmo de mi música. De pronto, un muy buen observador se me acerca y me dice: Lo tuyo es un éxito. Ya sos Internacional. Disfrútalo. Mira tras de la barra. Allí­ estaba todo el personal del Guarita Park Hotel. Bailando sin cesar. Prueba de calidad controlada"¦

De pronto me asusté. De los bailarines se desprendió un grupo de colegas. Se acercaban con las caras muy serias. Muy compungidos. Me preocupé. ¿Qué macana me mandé? Me preguntaba. Uno de ellos, el más grandote, tomó la iniciativa. Sin muchos prolegómenos tomó la voz cantante: "¦ Hemos decidido en una pequeña asamblea y por unanimidad de votos, en este sencillo acto designarte. ¡Ministro de Música!

No poca fue mi sorpresa. Por supuesto que acepté. ¡Cuidado! Es un título que pienso hacer valer en todos lados.

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