Al ex magnate cubano Julio Lobo siempre le interesó la historia, sobre todo el conflicto político-social denominado Revolución Francesa, hecho que tuvo como actor a Napoleón Bonaparte, a quien siempre admiró.
Admiración y fanatismo que lo llevaron durante años a componer la mejor de sus colecciones: más de 7.000 objetos dedicados al emperador. Uno de los tesoros mejor guardados (y millonaria ambición) se halla en un rinconcito de La Habana, Cuba, y se llama Museo Napoleónico.
A miles de kilómetros de distancia de la ciudad francesa de Ajaccio, donde nació y vivió el emperador, se encuentra su segundo hogar, una mansión ubicada en calle San Miguel 115. Construida a fines de la década de 1920, esta hermosa propiedad fue inspirada en un palacio renacentista florentino del siglo XVI. Su ex morador, el político Orestes Ferrara, la bautizó como la Dolce Dimora.
La imponente casona -establecida en museo en 1961- se compone de cuatro pisos, el último de éstos convertido en una gran biblioteca que alberga entre sus paredes casi 4.000 volúmenes.
Dentro de las cosas personales más significativas del primer cónsul está un mechón de pelo, una muela, un cepillo de dientes, una casaca, y hasta el catalejo que usó en Santa Elena durante su exilio. Se dice que Julio Lobo habría invertido la no despreciable suma de 8 millones de euros en todas las subastas que participó recorriendo el mundo. Una larga y apasionante travesía que sólo él pudo darse como lujo.
Trajes de campaña, pistolas, armaduras, sables, medallas de condecoración. Muebles de Francia, butacas, tapices, lámparas. También, y algo que no podía faltar, pinturas de Bonaparte coronado como emperador, de batallas, y bustos de mármol. Todo lo que imagine un turista lo puede encontrar aquÃ.
Un palacio atiborrado de terrazas y balcones que no deja descansar la visión y de encantar con siglos de historia. Un bondadoso museo que permite, desde el silencio y la paz de su interior, sentir al menos por un instante la sombra de lo que fue el imperio de Napoleón Bonaparte, sin la necesidad de respirar aire francés.