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¿Aviones propulsados por viento iónico?

Este fenómeno, llamado empuje electrohidrodinámico, o más coloquialmente, "viento iónico", fue identificado por primera vez en la década de 1960. Desde entonces, el viento iónico ha estado limitado mayormente a experimentos, sin muchas perspectivas de hallar aplicaciones prácticas factibles.

Tampoco se han realizado muchos estudios rigurosos sobre el viento iónico como sistema de propulsión viable.

A lo largo de los años, numerosos investigadores han defendido la hipótesis de que los propulsores iónicos, si se les usa para propulsión a chorro, siempre serán tremendamente ineficientes, por muchas mejoras que se le hagan al diseño, requiriendo cantidades enormes de electricidad a fin de producir el empuje suficiente para propulsar un vehículo.

Ahora, unos investigadores en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), en Cambridge, Estados Unidos, han realizado sus propios experimentos y han llegado a la conclusión de que, con la tecnología adecuada, los propulsores iónicos pueden ser una fuente mucho más eficiente de propulsión que los motores a reacción convencionales, en su mismo campo de uso. En sus experimentos, estos científicos constataron que el viento iónico produce 110 newtons de empuje por kilovatio, frente a los 2 newtons por kilovatio de un motor a reacción.

El equipo de Steven Barrett y Kento Masuyama cree que el viento iónico podrá ser utilizado como sistema de propulsión para aviones pequeños y ligeros. Además de su eficiencia relativamente alta, los propulsores iónicos son muchísimo más silenciosos que los motores a reacción convencionales.

Un reto que deberá afrontar toda aeronave propulsada por viento iónico es que, por la naturaleza del sistema, los elementos del motor no podrán estar concentrados en una zona sino que deberán ocupar puntos por todo el vehículo. Ello se debe a que, como hemos dicho, los propulsores iónicos dependen del viento producido entre los electrodos; cuanto más grande sea el espacio entre los electrodos, más fuerte será el empuje producido. Para una aeronave, ese espacio seguramente será el existente desde un extremo al otro del vehículo.

Otro reto, aunque no insalvable, es el enorme voltaje necesario para que la aeronave despegue.

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