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¿Hay un médico a bordo?

¿Va a viajar? Un estudio sobre más de siete millones de vuelos comerciales revela que las posibilidades de que ocurra una emergencia médica en un vuelo es de 1 en 604 y que las de aterrizar en otro aeropuerto por esa causa es de 1 en 8.500.

La probabilidad de que alguien muera en vuelo es de 1 en 240.000.

«Hallamos que es muy raro que un pasajero muera durante un vuelo», dijo el doctor Christian Martin-Gill, de la Facultad de Medicina de University of Pittsburgh.

El estudio, publicado en New England Journal of Medicine, es uno de los más grandes sobre estas emergencias y sus resultados. La doctora Melissa Mattison, del Centro Médico Diaconisa Beth Israel, Boston, y que no participó del estudio, lo consideró «un gran paso hacia adelante» que ayudará a actuar a los médicos y a las aerolíneas.

La información utilizada surge del Centro de Comunicaciones STAT-MD, de University of Pittsburgh, que proporciona teleasistencia médica a las aerolíneas durante emergencias en vuelo. Cuando se reunieron los datos, entre el 2008 y el 2010, cinco aerolíneas utilizaban el servicio, es decir, el 10 por ciento del tráfico aéreo mundial.

La principal emergencia en vuelo eran los desmayos (37,4 por ciento de las emergencias), seguidos de los trastornos respiratorios (12,1 por ciento), las náuseas o los vómitos (9,5 por ciento), los problemas cardíacos (7,7 por ciento) y las convulsiones (5,8 por ciento). Los paros cardíacos fueron apenas un 0,3 por ciento de las emergencias.

En la gran mayoría de los casos, en el vuelo viajaba un médico, una enfermera o un técnico en emergencias. En el 48,1 por ciento de los casos, el médico era la persona más experimentada para asistir a otro pasajero, mientras que en el 20,1 por ciento de los casos era un enfermero y en el 4,4 por ciento de las veces era un rescatista.

Si ayudaba un médico o un rescatista, existía un 9 por ciento de posibilidad de tener que alterar el curso del vuelo. Con una enfermera, ese riesgo era del 6 por ciento. Si no, la probabilidad caía por debajo del 4 por ciento.

Algo más del 7 por ciento de las emergencias fue tan grave como para tener que alterar el curso del avión.

Hubo 36 muertes en vuelo o en el hospital: 31 por paro cardíaco, cuatro después de un desmayo o pérdida de la conciencia y uno por problemas respiratorios.

Mattison dijo por vía telefónica que los resultados revelan algunos problemas del sistema vigente. Uno es que las normas de la Administración Federal de Aviación sobre los kits de primeros auxilios a bordo no son tan buenas como deberían serlo.

En tanto, Martin-Gill recomendó que los pasajeros se hidraten. «La emergencia más común es el desmayo o la sensación de desmayo», señaló. La causa habitual es la deshidratación.

El paro cardíaco es el motivo más frecuente de derivación de los vuelos. El equipo registró 38 casos con 22 derivaciones. El 26 por ciento de las 11.920 emergencias notificadas demandó el traslado del pasajero a un hospital y casi el 9 por ciento de esos pacientes debió ser internado.

La aspirina es el medicamento que más se utiliza en los primeros auxilios: ocurrió en el 5 por ciento de los casos. En el 1 por ciento de los casos se necesitó el desfibrilador automatizado, pero, a menudo, sólo para controlar a un pasajero durante el resto del vuelo. Sólo en ocho casos se aplicaron los choques eléctricos.

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