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Así trabaja Emilia, la única mecánica argentina autorizada por la Administración Federal de Aviación de Estados Unidos

Emilia tenía 4 o 5 años cuando aprendió el abecedario: «Alfa, Beta, Charly, Delta.». Su mamá, ingeniera mecánica, le enseñó a todos sus hijos las letras a través del alfabeto aeronáutico. El gusto por arreglar cosas y una niñez transcurrida en el Aeroclub de San Justo acercó a Emilia Delsastre Aguilar al mundo de la aviación desde muy chiquita. «Recuerdo una tarde que mi mamá me pidió que dibuje algo, y me dibujé arreglando un avión Hércules, tenía 8 años», le cuenta a LA NACION en el aeropuerto de Ezeiza y enfundada en su uniforme de mecánica de aviones para la empresa American Airlines, puesto que ocupa desde hace dos años. Emilia es la única mujer mecánica de la Argentina que cuenta con la licencia de la Administración Federal de Aviación (FAA), y con sólo 26 años ya tiene cinco años de experiencia y certificaciones en una industria de gran mayoría masculina.

Ya en la escuela técnica Emilia se acostumbró a una gran mayoría de varones en la industria de la aviación: eran 4 chicas y 25 varones en el Instituto Nacional de Aviación Civil Centro de Instrucción de Aeronavegantes y Técnicos Aeronáuticos ( INAC CIATA) de Morón, Buenos Aires. Rindió exámenes, se especializó un año más y a los seis meses de terminar el secundario comenzó a trabajar.

«Al principio no fue nada fácil porque yo solo tenía 19 años y era un ambiente muy masculino. Muchos te subestiman y tenía que esforzarme el doble para demostrar, pero con mis compañeros de ahora me siento muy cómoda y me encanta trabajar con ellos», dice Emilia y le cuesta encontrar las palabras, mientras se acomoda las hebillas que sostienen varios mechones despeinados.

Durante su jornada de trabajo Emilia espera todos los días cuatro aviones, entre los que se divide el trabajo junto a sus compañeros. La aviación es una industria que se actualiza mucho constantemente, pantallas nuevas, software, testeos desde computadoras. Ella carga con los manuales en tabletas y allí encuentra todo lo que necesita para resolver los desafíos diarios. El principal objetivo es maximizar el tiempo que la aeronave está en tierra para hacer los chequeos que están programados.

Entre las tareas que el equipo de operaciones técnicas de American Airlines realiza en Ezeiza a diario se encuentran: la sanitización del agua potable de la aeronave (esta es una tarea que se realiza en paradas en tierra de al menos 8 horas y con dos técnicos dedicados a esta tarea), engrases, chequeos y limpieza intensiva de interiores de cabina. A su vez, el equipo está entrenado para resolver una gran serie de novedades que el avión puede presentar tras sus vuelos como el cambio de una rueda, el arreglo de una pantalla o la reposición de una bandeja rebatible.

El equipo de mantenimiento de American Airlines en Argentina está compuesto por 60 personas, 43 de ellas son mecánicos entre los cuales hay un supervisor y cinco jefes de grupo. 34 de los técnicos en Mantenimiento de Aeronaves cuentan con licencias de la FAA. Emilia es la única mecánica argentina de aviones que cuenta con esta certificación. Para lograrla tuvo que pasar numerosos exámenes escritos, orales y, claro, prácticos de resolución de distintos arreglos. Emilia tiene un cuerpo pequeño que le permite meterse en lugares complicados a los que a veces sus compañeros no pueden acceder. «Por ejemplo me ha pasado que me digan, Emi vení a engrasar esto que hay que meter el brazo muy al fondo de una pieza, si veo que hay un hueco o un lugar difícil, me quiero meter ahí, me gusta el desafío», explica. «A veces es raro, porque si hay que hacer algo con fuerza me dicen que no lo haga, para cuidarme, pero entre todos nos adaptamos mutuamente».

De todos los trabajos que puede tener su día, que van desde aprender y resolver un problema de software hasta meterse en una turbina, Emilia tiene un preferido: cambiar una rueda. «Es mucho más fácil que con los autos, acá tenés una sola tuerca», se ríe. «Hay algunas tareas no tan lindas como trabajar en un baño, pero otro día te toca el motor de un avión y te sentís una grosa»…

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